
El Madrid está en la final ACB, así dicho puede sonar a poco, lo esperado, lo que se viene repitiendo desde hace años. Pero este no ha sido un año normal, sino uno accidentado, de fugas y lesiones, con una plantilla coja, de retales, abuelos y júniors.
Y en estas circunstancias llegar a la final ACB era el objetivo, el exigible, el mínimo que marca el aprobado del equipo en el curso, igual que lo fue clasificarse para top8 Euroliga o para final de Copa. En años previos esos objetivos pasaban por llegar a F4 y revalidar título ACB, pero la vida ha dado muchas vueltas en el Madrid el último año, no siempre para mejor, y ha tocado reajustar objetivos. Hoy celebramos esta clasificación como un triunfo.
Visto en perspectiva, hubiese supuesto una pena quedarse fuera de la final ACB tras semejante fase regular. Ahora bien, el tercer partido de semis fue un parto, dominado por los blancos, sí, pero nunca llegó la ventaja a doble dígito como para soltar esfínteres. Y no llegó porque Valencia es un equipo notable, un hueso. Sí, lo es pese a que su curso deje cierta sensación de oportunidad perdida, con el presupuesto más alto de su historia (24,7 millones) y una plantilla de quilates, pero fuera del top8 y de la próxima Euroliga por una cagada en casa contra Olympiakos, y fuera de la final ACB eliminado por un Madrid en cuadro.
El regreso de Llull

Un Madrid en cuadro… pero que ayer recuperó a Llull. No porque estuviese completamente recuperado de su enésima lesión muscular, sino por sus cojones serranos, porque forzó para jugar. No se le esperaba hasta la final, con suerte, pero ayer se vistió de corto para dar un balón de oxígeno al equipo, que solo con Alocén y Núñez no alcanza ante rivales Euroliga, como quedó bien claro el martes en la Fonteta. Son las cosas que tiene Llull, esta fe inquebrantable y un compromiso a prueba de bombas, por las que le queremos tanto aunque también nos haga sufrir a menudo.
Metió algunos tiros valiosos, repartió 5 asistencias y dirigió con un aplomo que a Alocén todavía le falta en duelos de estas alturas. En descargo del maño cabe puntualizar que jugó tocado. Sea como fuere, y dada la exigencia e igualdad del partido, queda la sensación de que sin la reaparición sorpresa de Llull el finalista sería Valencia.
La mera presencia del balear imagino que desbarató los planes de Ponsarnau, de volver a cargar el ataque sobre el puesto de base blanco, castigando el flanco débil: las piernas cansadas de Alocén y la bisoñez del júnior. Puede que Llull haya tenido alguna actuación mejor este curso, pero seguro que ninguna tan valiosa. Fue la de ayer sin duda su mayor contribución al equipo esta temporada.
Usman se estrena como clutch

Pero la estrella fue Garuba, una vez más, y van ya varias en los dos últimos meses, sobre todo en partidos importantes, pregunten al Efes. 16 puntos, 14 rebotazos y esa hiperactividad marca de la casa que condiciona el juego en ambos aros. Un triple por aquí, una ayuda defensiva, el primero que abre los contraataques, un cambio de emparejamiento… son muchas cosas las que aporta y no todas aparecen en la estadística. Para colmo, ayer encima fue el mejor en la recta final, con seis puntos en los dos últimos minutos.
Es brutal el ritmo al que crece su influencia en el juego semana a semana: qué evolución, señores, qué nivel, qué intensidad y qué bemoles. Se ha erigido en el andamio que sostiene al equipo en su frágil equilibrio, el que evitó que se desmoronase a la espantada de Tortuga y la lesión de Trey, que en condiciones normales hubiesen supuesto la estocada definitiva.
Creo que no somos conscientes de lo que está consiguiendo con 19 recién cumplidos, que nos acostumbramos mal con Luka y no apreciamos el valor de las cosas. Estamos ante la eclosión del jugador joven español más importante en un lustro y encima canterano del Madrid, cómo para no sacar pecho. Dudamos en la primera mitad de curso, pero mirad, al final se va a ir a la NBA consagrado, bueno, todo lo consagrado que se puede ir uno ahora salvo que te llames Doncic, en esta época en que las fraquicias solo draftean prospects de 19 primaveras. Lo dicho: valorémosle como merece y disfrutémosle, que ya nos queda muy poco.
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