
Me siento a escribir con dudas razonables. Por primera vez las tengo sobre la capacidad de Chus Mateo para domesticar y acabar exprimiendo el plantillón que le ha caído en gracia. Sé que otros más cagaprisas las tenéis desde la primera derrota. Pero a Mateo le contempla una tremenda trayectoria como ayudante que bien merece el beneficio de la duda, una tregua como a los políticos recién llegados. Sin embargo, han pasado 100 días de temporada y al equipo se le siguen viendo andamios por doquier.
En cuanto se topa con un rival de entidad el Madrid hace aguas, lo fía todo a las diferencias que marca Tavares, pero no se ven automatismos ni especial buen ambiente. Todos parados mirando cuando alguien recibe al poste y las ayudas defensivas parecen asignatura optativa. Hay jugadores llamados a ser importantes con roles aún por definir. Sí, después de 100 días… Hezonja, por ejemplo, le saca 20 kilos de músculo a Abrines pero en vez de buscarle al poste Mateo le tiene corriendo carretones tipo Jaycee para lanzar de catch&shoot. Lo hemos hablado antes, lo del croata está siendo matar un ruiseñor. Y lo de Chacho ni os cuento, el único base del roster fichado este verano, que ojito no empiece a caerse de convocatorias cuando regrese Hanga.
Las dos derrotas navideñas frente rivales directos (Baskonia y Barça) han enseñado casi todos esos andamios. Podemos bajar al detalle del rendimiento de este o aquel jugador o puesto, sé que os encanta personalizar, pero por encima de esas consideraciones hoy prevalece la sensación general de un juego colectivo muy discreto pese a disponer de un plantel netamente mejor que el de la temporada previa.
Contra el Barça el técnico blanco pareció un flan en el último cuarto, fíjense en el segundo challenge que solicita y pierde, a renglón seguido del primero, sin que el público que estaba cerca lo reclamase. El hecho de pedirlo… y el detalle posterior. Mientras los árbitros revisaban la acción, echadle un par de minutos, los jugadores del FCB hicieron automáticamente piña en torno a Jasikevicius para recibir instrucciones. Los del Madrid pasaron ese tiempo con los brazos en jarra en la pista o mirando el videomarcador, a 20 metros de su técnico. La imagen, el contraste, habla regular del carisma de Chus Mateo y su ascendencia sobre el vestuario.

Y luego está la vertiente táctica. Un encuentro de este calibre se decide en detalles, las canastas rivales tras rebote ofensivo, sí, pero también las pequeñas concesiones desde el banquillo. Si os fijáis, casi todos los vicios de Mateo en la dirección de partido tienen el mismo origen, la pasada final ACB. Le lastran los prejuicios, su descarada predilección por la guardia pretoriana con la que ganó el título en junio.
En aquella ocasión, por ejemplo, le funcionó de maravilla Deck como alero generando al poste, por eso no le concibe en otro puesto. Sin embargo, sucede que el rival aprende y se prepara: el Barca se reforzó en verano con Kalinic, un alero fuerte en la pintura que limita la producción del argentino. Chus dispone de mil variantes para adaptarse, por ejemplo, con Tortuga alternando los puestos de 3 y 4, lo que liberaría minutos para Hezonja, de un perfil distinto y teórica aristocracia Euroliga, y de paso reduciría la responsabilidad excesiva que carga Cornelie, al que todavía le falta vuelo en encuentros de tanto voltaje. Pero no, seguimos la hoja de ruta caiga quien caiga.
El mismo prejuicio lo encontramos en el backcourt, con Mateo empeñado en jugarse las castañas con Llull y Causeur. Por eso tardó tanto en devolver a Musa a pista en el último cuarto, ya con el partido muy cuestarriba. Causeur atraviesa un momento discreto (-12 el equipo hoy en sus minutos, 1/5 tiros), como por otra parte es habitual en este tramo de curso. Pero Chus confía en él como si estuviésemos en primavera. Son dejes con las patas cortas, que minan la confianza de los nuevos, los llamados a dar el salto de calidad.
¿Qué futuro le espera al técnico? A la Copa llega seguro, pero hoy a diferencia de hace dos semanas ya no pondría la mano en el fuego por que acabará la temporada en el banquillo. Era la apuesta razonable este verano pero también un experimento en cierto modo, y la directiva se juega demasiado este curso como para derrochar paciencia con experimentos. Después de la turbia salida de Laso y la cobra de Campazzo, bien puede que la afición no mire tanto al banquillo sino directamente al palco si las cosas se tuercen mucho esta temporada.
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