Algo tuvo que pasar con Othello Hunter en el vestuario, algo que desconocemos y que justifique su salida antes de tiempo, con probable rumbo a CSKA. El Madrid al parecer le paga una indemnización por el año de contrato que le quedaba y a cambio de una cláusula de no competencia, es decir, de no recalar en ningún club español. Parémonos un momento a pensar: si no tienes todas contigo de que no vaya a un rival directo y te cruja, ¿por qué le dejas ir? Esa cláusula es una bajada de pantalones, un asumir que es buen jugador, por el que efectivamente habría hostias entre los clubes punteros de la ACB, empezando por el Barca, que ya preguntó por su situación.
Al fin y al cabo, Othello ha militado las tres últimas campañas en dos de los cuatro grandes de Europa, con números bastante aseados para partir desde el banquillo, a lo que sumar su pasaporte Cotonou, un jugador con valor de mercado. Sirva como prueba que en apenas cuestión de horas desde su rescisión apunta a otro de los grandes del continente, CSKA, que le ofrece dos temporadas.
Recapitulando, Othello firmó una notable primera mitad de curso en Madrid, nacido para jugar en el sistema Laso, apreciado por sus buenas manos, brazos largos y timming en el 2×2, llegó incluso a amenazar la titularidad de Ayón. «Aquí vuelvo a disfrutar plenamente de mi profesión. Laso es un entrenador muy humano, tiene una cercanía especial con el jugador», llegó a decir el propio Hunter en una entrevista en El País.
Su rendimiento cayó en declive y en el último encuentro del curso, sin lesión aparente, sencillamente no pisó la pista. En los cuatro previos sí jugó y el parcial del equipo fue siempre negativo en sus minutos en pista, lastrado por su inconsistencia en el rebote (¡3 en 54 minutos!) y problemas defensivos en el emparejamiento ante pívots voluminosos.
Othello mide los mismos 203cm y pesa los mismos 102kgs que cuando llegó a la capital, reclamado su fichaje con insistencia por Laso. Shermadini le saca 13 centímtros y Dubljevic 10 kilos, por ahí no hay lugar a sorpresas. Asunto distinto es si el cuerpo técnico considera que su problema no es de aptitud sino de actitud, que su inferioridad física se podía compensar con mayor intensidad y compromiso, las del comienzo de curso. Quizá fuesen por ahí las palabras de Llull antes del cuarto partido de la final, aquello de «el que esté cansado que avise y se quede en el hotel».
En cuestión de meses, Othello pasó de ser un valioso activo desde el banquillo a pagar el club por su despido, lo que no hace ni con Maciulis, con un valor actual de mercado bastante inferior. Algo extradeportivo debió suceder y que se nos escapa, porque con lo que se ve y sabemos la historia sencillamente no cuadra.
Según la información, Kuzmic ocuparía la plaza de Hunter y, agárrense, Maciulis la de Chapu, como cuarto ala-pívot, cemento de vestuario, haciendo valer su amistad personal con Laso. Un configuración de pintura que a botepronto no me remata, de nuevo con cuatro ala-pívots y solo dos centers, a expensas del destino de Lima y que Randolph pueda jugar minutos de pívot.
Demos un paso atrás para ver el bosque y no solo los árboles. El mercado europeo de baloncesto se ha convertido de un tiempo a esta parte en un reto de supervivencia, donde no gana el que más ficha sino quien menos pierde, aquel que retiene a su/s jugador/es franquicia frente al éxodo de talento a la NBA, el Klondike. Con permiso griego, la Euroliga lleva tres años siendo cosa de tres equipos, Fenerbahce, Madrid y CSKA, gracias a un proyecto estable, una columna vertebral de talento y reconocible que juega ya de memoria. Los blancos perdieron a Chacho el verano pasado, mientras que rusos y turcos lograron contra pronóstico renovar a De Colo y Udoh. No era el año del Madrid, pero este han cambiado las tornas y son Fenerbahce y CSKA los que pierden a sus referentes, Bogdanovic y Teodosic, jugadores sin recambio posible en el mercado europeo, ni cerca, por mucho dinero que tengan, que lo tienen.
Ha llegado el Madrid roto a este final de curso, está viendo consumirse ante sus ojos una campaña prometedora, baloncestísticamente superado por un rival de quilates y venido arriba, Valencia. Si la derrota en el segundo se justificaba por lo apretado del marcador y el acierto visitante en la recta final, el repaso en el tercero no tiene explicación que invite al optimismo. Queda el Madrid al borde de cerrar con suspenso alto una temporada que hace apenas tres semanas iba todavía para sobresaliente. Con una de las mejores plantillas de más potencial que recuerdo y ante la incomparecencia del Barcelona, una Copa del Rey por los pelos sería un bagaje discreto.
Si el bajón de resultados tras la Copa pudo levantar dudas sobre la candidatura del Madrid a la Euroliga, todas quedaron borradas de un plumazo con el sonado triunfo en El Pireo, donde no ganaba desde hacía 12 temporadas. Una victoria que garantiza como mínimo el segundo puesto, primero seguro si se ganan los dos últimos partidos, ambos en el Palacio. En la edición de la Euroliga más igualada que recuerdo (al final ha resultado un éxito el cambio de formato), el Madrid cierra periplo a domicilio con balance 9-6, siendo dos de esas derrotas por un solo punto. De nota.
El Madrid sabe ganar a domicilio en Euroliga también sin Rudy y con Llull de permiso. Se quedó el menorquín en solo 15 minutos en Kazán, en los que restó más que sumó: 0/5 de campo para valoración -1, con él en pista el balance del equipo fue -12. El tipo de encuentros que le alejan de la puja por el MVP. Sigue siendo el go-to-guy y el Madrid es mejor con él, pero no hay excesiva dependencia, como pudo parecer a comienzo de curso. Lo digo pensando en otra intentona de Houston en verano.
En una Euroliga tan apretada toda victoria a domicilio es un tesoro, aunque no sea la más épica o bonita, como la del Madrid en Kaunas. Dejó en 59 puntos a Zalguiris, quizá la plantilla con menos recursos de la competición, que no el peor equipo. Destacó por los lituanos Lima (13+6), cedido por el Madrid, que progresa adecuadamente, aunque más despacio de lo que esperaba el club. Partido igualado tres cuartos, hasta la ráfaga de triples de Thompkins al comienzo del último, parcial 14-0 y duelo roto. Trey, que lleva 13/24 triples en Euroliga, justificaba así la apuesta de Laso, que volvió a dejar a Randolph toda la segunda parte en el banquillo (igual que ante Maccabi), después de unos minutos muy pobres en la primera mitad, mala selección de tiro y defensa reguleras. El Madrid no es el Lokomotiv, con semejante competencia en la pintura nadie tiene garantizados los minutos jugando mal.
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