Las notas de la Euroliga 20/21 del Madrid

La temporada Euroliga del Madrid ha sido un dolor de muelas para el aficionado, con una plantilla mal confeccionada de partida, además mermada por lesiones y fugas a la NBA. El arrebato de dignidad de la serie de cuartos, forzando quinto partido al Efes, no cambia el hecho de que la campaña blanca ha sido muy discreta. Dos milagros en Goya no deben servir de excusa a la directiva para posponer cambios necesarios en la plantilla, y acometerlos con mayor ambición que en veranos previos.

El Madrid, recordemos, es uno de los cuatro mayores presupuestos de Europa y venía de terminar como segundo destacado de lo que se pudo jugar de Euroliga 2019-20, que fue la mayoría de la fase regular. Balance 22-6. Por eso, meterse al año siguiente de milagro en top8 y ver la Final Four por la tele por primera vez desde 2016 es necesariamente una decepción, un paso atrás. Y la Euroliga, recordemos, es la competición en la que el Madrid juega contra sus iguales y por tanto por la que principalmente juzgamos su rendimiento. Así que, terminada la competición, toca hacer balance, en el que no incluyo ni a los que se fueron ni a Randolph, ausente casi todo el curso.

Los bases

Laprovittola. Tampoco es que le tuviésemos mucha fe después de su primer año en el club, de hecho tuvo pie y medio fuera en verano, pero igual esperaba más de esta segunda temporada, ya hecho a los sistemas y con la puerta de par en par que se le abrió con la marcha de Campazzo y los problemas físicos de Llull. No deja de ser un exMVP de la ACB, clase no le falta, pero no ha dado el step-ahead que esperábamos, por mucho que sonase algún día la flauta (Fenerbahce) o maquille los fines de semana en ACB. Cumple a rajatabla el refrán de «poderoso con los débiles y débil con los poderosos». En su caso, se juntan sus problemas defensivos con las pérdidas de balón y ese tempo de dirección exasperantemente lento que no pega ni con cola en el Madrid. De semejante manera se borró que Laso tuvo que tirar en no pocos partidos del chaval Alocén y experimentar con Abalde de base como alternativa en la dirección. Lapro es el tercer salario más alto de la plantilla, termina contrato y ya sabemos que no seguirá. Le deseamos suerte, ha sido un profesional, pero el Madrid necesita como el comer un cambio de aires en la dirección para el año que viene.

LLull. Echo cuentas y solo me salen solo cinco partidos buenos suyos en toda la temporada Euroliga: la pachanga contra Jimki en casa, sus minutos contra Bayern en la jornada 6, los dos encuentros inmediatamente posteriores a la marcha de Facu (CSKA y Asvel) y el tercero de la serie contra Efes. Punto. Nótese que digo buenos, de nivel titular de equipo top8, luego ha habido otros de simplemente mejorar a Lapro en esos días en que al argentino se le caían los balones de las manos, pero no me parece algo que poner en el currículum. Al final, hablamos de cinco buenas actuaciones sobre una temporada de 39, la nota es necesariamente un suspenso, y lo es por tercera temporada consecutiva, lo que invita a reflexión.

No paso por alto sus problemas físicos y, sobre todo, el hecho de que tuviese que volver a jugar de base por la espantada de Facu, cuando Laso había decidido este curso mudarle a tiempo completo a la posición de escolta, para limitar su tiempo con el balón en las manos. Son atenuantes, faltaría más, pero si hablamos de rendimiento, la realidad es que está muy lejos de la élite, cada vez más. Los problemas musculares no son nuevos, le acompañan desde que regresase de la gran lesión, y camino de 34 años su físico no va a ir a mejor. Termina contrato, aún no ha renovado y el Madrid se enfrenta a un dilema incómodo. Es joven para retirarse y el club ya ha demostrado guiarse por el sentimentalismo en la gestión del ocaso de las leyendas: prefiere que se retiren de blanco y cuando ellas elijan. Asumiendo por tanto que Llull renovará, la cuestión es en qué condiciones, es decir, por cuántos años, en qué rol y, por consiguiente, por cuánto dinero. Analizando su rendimiento, mi apuesta sería un 1+1 en la escala salarial de Causeur (alrededor del millón bruto) y para ser no más que segundo o tercer escolta de la rotación.

Alocén. Se le hicieron muy cuesta arriba los primeros meses, tanto en Euroliga como en ACB, lógico para un jugador de su corta edad y escasa experiencia, encima en un puesto tan exigente como el de base en el Madrid de Laso. Por si fuera poco, la fuga de Facu, las lesiones de Llull y el pobre rendimiento de Lapro le cargaron con una responsabilidad para la que todavía no está preparado. Lo ha pasado mal, pero mejoró a lo largo de la temporada, cumpliendo al menos, de hecho, fue el mas solvente atrás de la tripleta de bases. Le queda bastante recorrido aún hasta la élite Euroliga, pero ha salvado dignamente un año debut muy jodido y se ha ganado el puesto como tercer base para el que viene. Con menos presión y más experiencia tengo confianza en que la temporada que viene acelere su evolución.

Los escoltas

Causeur. Su campaña se parece un poco a la de Lapro: sólida en ACB, diría que hasta notable, pero suspenso en Europa, que es de lo que tratamos hoy, donde sus promedios bajan literalmente a la mitad. 10.8 de valoración en ACB por 5.4 en Euroliga… Las lesiones y fugas en el juego exterior le han concedido más minutos que otros años, que tampoco ha aprovechado para brillar, salvo ocasiones contadas. Cumple 35 el mes que viene y eso se nota en el físico y la defensa, donde más ha cojeado. De ahí su ostracismo en la eliminatoria contra Efes: solo 21 minutos entre el segundo y el quinto partido. Si no eres un crack en ataque, tipo Carroll, y encima sufres atrás, incapaz de contener a Beaubois, lo tienes negro en el sistema Laso cuando la carretera se empine. Le queda otro año de contrato garantizado por un salario razonable y es uno de los más queridos del vestuario, así que imagino que continuará, eso sí, en rol de fondo de armario y asumiendo que 2022 es el final de la escapada.

Carroll. Seguirá enchufando hasta en la tumba: 10 puntos de media en 15 minutos este curso en Euroliga. Pero esto se juega a dos aros y esos números esconden una contrapartida, a veces imperceptible para el aficionado ocasional, que es el hándicap defensivo en el que se ha convertido. Nunca ha sido su fuerte, pero la cosa va a peor con los años y el declive físico, convertido ya en un coladero atrás, una brecha en la falange que obliga a Laso a dosificar sus minutos y a auténticos equilibrismos en los quintetos para tapar el agujero. Carroll termina contrato, tiene 38 años y hace algunas semanas se publicó que seguiría otro año. Todavía no ha firmado la renovación y, personalmente, preferiría que no lo hiciese. Le considero una leyenda absoluta del Madrid, el mejor americano que ha vestido la camiseta desde que tengo uso de razón, y es así como prefiero recordarle, antes que verle arrastrarse y estirando el chicle, convertido en un busto andante. Precisamente porque le quiero, prefiero que se retire este verano, con dignidad.

De lo contrario, temo que el club se enroque y junte para el año que viene un puesto de escolta disparatado y nada operativo, de 142 años, con cuatro jugadores a una media de 35.5 (Llull, Rudy, Causeur y Carroll). Sé que los cuatro son muy queridos por la afición pero ninguno marca ya diferencias en Europa, como hemos comprobado este curso. La retirada voluntaria de Carroll forzaría a la directiva a salir de la zona de confort y buscar en mercado piernas frescas, por debajo de la treintena (¿Dorsey?, ¿Matt Thomas?). No tendría sentido acometer una renovación profunda de la plantilla, con fichajes ambiciosos en otras posiciones, y hacer la vista gorda al puesto de escolta por sentimentalismo.

Rudy Fernández. Su temporada se ha movido en las mismas coordenadas que las anteriores, mermado por los sempiternos problemas de espalda, reservándose para los partidos importantes. Apariciones con cuentagotas, cada vez más esporádicas, eso sí, cuando se pone de faena es el más determinante de los cuatro exteriores veteranos, por su defensa contagiosa, su inteligencia en pista y anticipación, aliñada con algún triple. Su versatilidad, al poder jugar tanto de escolta como de alero, es una baza valiosa. Pero si se trata de poner notas al conjunto de la temporada Euroliga, la de Rudy es un suspenso. Apenas ha aparecido y cada vez se puede echar menos cuentas con su concurso. En principio seguirá: le queda otro año de contrato garantizado, aunque no parece de los que estiran el chicle, a tenor de sus declaraciones públicas

Los aleros.

Alberto Abalde. Apuntó cosas interesantes en la pretemporada y primeros meses de competición, acorde a las expectativas levantadas por su fichaje, pero se fue diluyendo a lo largo del curso. El paso por el puesto de base le desubicó, cada vez más inseguro y tomando peores decisiones con el balón en las manos. No le han faltado minutos porque atrás siempre ha cumplido; su ventaja física respecto a los compañeros de puesto es insultante: el único exterior por debajo de la treintena. En la eliminatoria contra Efes remontó el vuelo y, sin ser estelar, le ganó el duelo a todo un Kruno Simón. Esperábamos más, pero llega al aprobado. Igual que con Alocén, contamos con que el año que viene acelere su progresión: está llamado a ser uno de los pilares del juego exterior blanco y eso pasa por un stepahead.

Jeff Taylor. El suspenso más rotundo del perímetro blanco. A falta de talento ofensivo natural, su rendimiento pasa por la defensa y está supeditado a un estado físico óptimo, del que apenas ha gozado en toda la temporada por distintas lesiones y molestias. Se le echó especialmente de menos en la serie de Efes, defensor natural de Micic y Larkin. Visto en perspectiva, el sueco ha resultado el más afectado por el desembarco de Abalde, dado que el gallego rinde atrás a un nivel casi parecido sin obligarte a ‘atacar con cuatro’. Taylor cumple 32 este mes y le queda otro año garantizado, pero no me sorprendería que el club negociase una rescisión de contrato. Ha dado buenas temporadas de basket en Madrid, no siempre reconocido, eso sí, fetiche defensivo del sistema Laso, pero su periplo blanco debería terminar aquí. Hace falta savia nueva.

Juego interior

Thompkins. Su temporada ha sido buena, segundo máximo anotador del equipo en Euroliga, con sólidos porcentajes (61% de dos y 41% de tres), que mantuvo incluso a la marcha de Facu, cuando se tuvo que buscar mucho más sus propios tiros. Además, cumplió con el marrón de jugar de center, que no es lo suyo, para compensar el agujero de la plantilla tras el fichaje frustrado de Zizic. Quizá esperábamos un poquito más a la lesión de Randolph, que le dejó el camino expedito, pero su físico es limitado, y la ecuación de ‘a más minutos mayor rendimiento’ no funciona en su caso, más bien al revés. Ha terminado la temporada fundido, con el depósito en reserva, pero durante muchas semanas fue casi el principal argumento ofensivo del equipo.

Garuba. Notable. Su explosión es la mejor noticia del equipo en la recta final de temporada: ha recogido de Tavares, asfixiado, el testigo como pulmón de la pintura. La evolución de su juego ha sido espectacular, tanto técnica, en su principal hándicap, que era el lanzamiento, como sobre todo en la toma de decisiones en pista. El mejor adolescente que ha visto la Euroliga desde la marcha de Doncic. Se llevaría un sobresaliente como un castillo… si no fuese porque hoy analizamos el global de la temporada y, pese a su final fulgurante, el resto del curso rayó un poquito por debajo de las expectativas. O quizá estas eran desmesuradas tras su temporada debut. Tiene 19 recién cumplidos, que es la edad en que la carroza se convierte en calabaza y los buenos de Europa se piran a la NBA. Una pena, que además deja un boquete en el roster, porque el Garuba del último mes tiene difícil reemplazo en el mercado y no se puede echar cuentas con que Randolph se parezca al que fue. Suena Yabusele

Felipe Reyes. Le ha sobrado esta temporada, seguramente la pasada también, un epílogo innecesario a una brillante carrera. No ha aportado prácticamente nada al equipo porque ya no está para el basket de élite, por eso Laso tuvo que recurrir a Vukcevic, fichar a Tyus o tirar de Thompkins como pívot antes que dar minutos al capitán, claramente nivel exjugador. Solo ha tenido 21 minutos en Euroliga en toda la temporada, en 39 partidos y pese a la plaga de bajas, no hay mucho más que añadir. Son 41 años y se retira el 30 de junio.

Alex Tyus. Fue un fichaje poco ambicioso a la lesión de Randolph, un recambio baratito y comunitario para salir del paso, y como tal ha rendido. A pesar de su amplia experiencia Euroliga y a que teóricamente llegaba en forma, en activo de Galatasaray, le costó bastante empezar a sumar. El último mes ha cumplido, sin alharacas. Tiene 33 años, firmó solo hasta final de curso y no seguirá.

Edy Tavares. Sobresaliente, el mejor del equipo este curso, sin duda. A la marcha de Facu se confirmó como la estrella indiscutible del proyecto, además del center más dominante de la competición, incorporando este año nuevas herramientas a su repertorio ofensivo, que sin Campazzo, igual que Trey, ha tenido que buscarse mucho más las castañas. La recta final de temporada le ha pillado desfondado: por muy en forma que esté y por mucho que se cuide, que parece el hombre de acero, no deja de ser un tipo de 221cms que durante meses se ha metido 90 minutos de juego a la semana entre pecho y espalda. El curso que viene será distinto, con Poirier de escudero podrá dosificarse para llegar bien cuando se decidan los títulos.

Coach L

Pablo Laso. Seguramente su mejor temporada ha coincidido con la peor plantilla. Se ha convertido en un entrenador superlativo, además, tras una década en el banquillo no se ha aburguesado lo más mínimo, que lo fácil hubiese sido echarle este curso la culpa al empedrado (=a la directiva o jugadores). Pero se ha mantenido estoico ante la fuga de talento, dando la cara, capaz de encontrar soluciones de circunstancias hasta debajo de las piedras. Se inventó a Thompkins de center, dio la alternativa a Vukcevic y hasta probó con Rudy de ala-pívot (¡!). Ha renovado por dos temporadas y a Dios gracias, porque es la verdadera clave de bóveda del proyecto.

La pantera de Azuqueca irrumpe en Europa

WhatsApp Image 2019-11-02 at 00.01.44.jpegNo mimó al chaval, no le regaló minutos ni tampoco los oídos cuando afición y prensa ya babeábamos por él. Es más, fue el blanco de sus broncas más aparatosas durante los partidos. Todo tenía un sentido, aunque en aquel momento no siempre lo viésemos. Me refiero al magnífico trabajo de Laso con Doncic, que obligó al chaval a ganarse el pan, miga a miga, transitando esa delgada línea entre la humildad y la ambición.  Hay algo de esa gestión con Garuba, que no dispuso de ninguna oportunidad en ACB el pasado curso, para sorpresa de muchos, tras brillar en pretemporada con el primer equipo y pese a sus números de vértigo en categorías inferiores, que uno mal pensado podría achacar a su insultante superioridad física.

No todo el monte es orégano y Luka solo hay uno. Usman tenía 16 años y la dirección técnica, la que le ve entrenar a diario, estimó entonces que aún no estaba listo. Un año después el semáforo cambia a verde y la sección apuesta por él, con todas las consecuencias: ficha permanente de primer equipo, de las de verdad, para jugar, no para rellenar convocatorias y cuadrar cupos, para que conste y el club se cuelgue la medalla de cantera, como hacen otros. No, Garuba ha sido titular en todas las jornadas de ACB hasta la fecha, seis, por delante de Felipe en la rotación, ya antes de la lesión del capitán. «Si juega es porque se gana los minutos, ha hecho un gran trabajo en sus años de cantera», dijo ayer Laso.

El reto pendiente para su integración como miembro de pleno derecho de la plantilla era debutar en Euroliga, inédito los cuatro primeros encuentros. La oportunidad llegó esta semana y el muchacho ha echado la puerta abajo, acortando plazos, como hacen los llamados a la élite: 34 de valoración en 36 minutos en los dos partidos de la doble jornada. ¿Alguien recuerda en los últimos años semejante debut Euroliga de un adolescente?

Además de sus números, están las sensaciones: tuvo mucho que ver en las postreras opciones de victoria blanca el miércoles, en el naufragio en Múnich, y este viernes en Goya fue uno de los destacados en la victoria ante Alba Berlín, tan necesaria como poco convincente. No es el más fino, pero defiende como un lobo, es un portento físico y entiende el juego como un veterano. Debe trabajar técnica, mejorar el tiro, sobre todo desde el 4.60m, pero con lo que tiene ya es una valiosa pieza en la rotación, como ala-pívot o hasta como center, el jugador más agresivo e intenso de la plantilla, el que sale con más fé y descaro, atributos muy bienvenidos en este arranque dubitativo de curso del Madrid. «Ha jugado de cojones», sentenció coach L. Quizá suene precipitado, pero no debería esperar demasiado el club a sentarse con su agente a negociar una ampliación de contrato, en términos de duración, salario y cláusula de salida, si es que pretendemos retenerle algún año en el club una vez cumpla los 19, edad legal mínima para jugar en la NBA.

Más allá de Garuba, fue un triunfo de los de andar por casa, que no resuelve dudas de juego pero da aire en la clasificación, antes de un tramo delicado de calendario. En lo positivo, Tavares detuvo su implosión y volvió a sumar. Se espera todavía mucho más de él, pero estuvo activo y algo menos torpón que en citas previas: sirvan de ejemplo esos 4 tapones que colocó, más que en las cinco jornadas previas juntas. Campazzo dirigió con más clarividencia que en duelos anteriores, sobre todo en situaciones de transición, y Llull aportó una verticalidad muy necesaria cuando el Madrid se atascó en el tercer cuarto.

El otro base, Laprovittola, fue lo más preocupante: Laso le concedió 5 minutos en el segundo cuarto, con el viento a favor, y ya se le hicieron largos. Le dio tiempo a perder 3 balones en situaciones no forzadas y que despertaron el murmullo de la grada. Tras seis jornadas de Euroliga, su caso pinta azul oscuro: ni el entrenador parece confiar en él (no le pidió, fue un fichaje de la directiva), ni él ofrece argumentos para rebatirle cuando se le concede algún chance. Un peligroso círculo vicioso que convendría ir rompiendo cuanto antes. No os negaré que da un poco de coraje ver a Chacho brillar en Milán, ayer verdugo del Barca, tras el portazo de la directiva blanca a valorar siquiera su regreso cuando éste se ofreció en junio. Cuestión de orgullo. Pero ya no tiene marcha atrás, y más nos vale hacernos a la idea, porque al argentino se le firmaron dos temporadas garantizadas (por alrededor de 1.2M anuales), lo habitual en contratos tras abonar indemnización, como unos 100k en su caso. Y si Lapro es lo que hay, con Lapro a muerte, porque sin ser un jugador de élite Euroliga sí debe poder al menos sumar al equipo también en esta competición, no solo en pachangas ACB.

La serie que encumbró a Campazzo

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Aquellos que confiaban en un Madrid más dócil en este año I de la era post Doncic ya tienen respuesta. Los que dudaron del nivel del equipo con sustitutos baratitos y la incógnita de Llull tras la lesión, ya tienen respuesta. El principal objetivo de la temporada se ha conseguido, y por la vía rápida: el campeón defenderá su corona en Vitoria, en la que será la séptima presencia en F4 en los últimos nueve años. Una regularidad cimentada en un proyecto de sección y no en nombres puntuales, por muy buenos que hayan sido y sean: de aquí se han marchado Chacho Rodríguez y Doncic, y Llull se partió la pierna, todos ellos MVPs de la Euroliga, y la sección sigue cómodamente instalada en la super élite.

El Madrid se clasifica además con un mensaje a Europa, como único capaz de cerrar su serie por la vía rápida, mostrando un formidable reprís defensivo y el carácter de los campeones en finales tensos. Si Panathinaikos ha llegado a parecer flojo es porque se lo hizo parecer el Madrid, no olvidemos que los griegos acudían como el equipo más en forma de Europa, con el aval de 7 victorias en los 8 últimos partidos de fase regular.

La serie deja sensación de suficiencia blanca: se sacó el primer punto con oficio, compensando con defensa un día flojito en el tiro, se arrasó en el segundo duelo, una vez Facu se reconcilió con el aro, y el tercer punto ha caído como fruta madura. No en vano es la octava victoria consecutiva contra Panathinaikos. Ocho, eh, se dice pronto, contra un equipo de la nobleza continental.

El highlight que le faltaba al Facu

Una serie que recordaremos como la que encumbró a Campazzo como estrella continental, un status a cuya puerta venía llamando hace ya algún tiempo. El curso pasado enseñó maneras durante la baja de Llull, pero la sombra de Doncic era larga. A comienzo de esta temporada jugó varios meses estelares, pero gripó motor a comienzo de 2019 saturado de minutos. Le faltaba un gran highlight en plaza mayor para reafirmar su condición, y bien, ya lo tiene: 25 de valoración media en la serie de cuartos, números de estrella cuando cuentan, que firma además ante el cacareado Calathes.

Facu no es tan carismático fuera de la pista como Llull, ni está reescribiendo libros de precocidad como Doncic, por eso protagoniza menos titulares y anuncios, pero es la estrella del Madrid este año, nuestro go-to-guy, y no nos va nada mal, oiga. Su liderazgo, a diferencia del de Llull y Doncic, no se basa en puntos (aunque puede y debe anotar algo), sino en defensa y dirección, y de ambos dio un recital en OAKA este miércoles.

Con 6 minutos por jugar, dos puntos abajo y los árbitros consintiendo mucho contacto a los griegos, el Madrid anotó en cada uno de los siguientes cinco ataques, TODOS tras asistencia de Campazzo. Asistencias de las de verdad, de las de dejar a Ayón junto al aro y de cara. Por cierto, el mexicano mejoró sensiblemente la imagen dada en los dos primeros partidos. En realidad, casi todo el grupo rayó a buen nivel, con Rudy, Randolph, Trey o Tavares cumpliendo con solvencia sus respectivos papeles.

Sí brilló Taylor, de nuevo, con 13 puntos, 7 rebotes y 4 asistencias, junto a Campazzo el otro gran nombre propio de la serie, un paso al frente en un momento clave del curso. Con su defensa ha hecho parecer a Calathes un picapedrero, pero la novedad es que se ha soltado las cadenas en ataque. ‘Mechitas Unchained’. Ha echado el balón al suelo con cierta regularidad y roto hacia el aro, además se ha animado con triples en transición fuera de sistema, sin esperar a que le llegase el balón al final de una circulación exterior. Siempre ha tenido una suma de talento y físico suficiente como para aportar más en ataque, pero le faltaba la confianza, un mínimo desparpajo. Que no pare.

¿Por qué la NBA me gusta cada vez menos?

Captura de pantalla 2019-02-12 a las 13.07.15.pngCuando nació este blog, hace 12 años, escribía principalmente de NBA. Aunque haya pivotado hacia el basket FIBA, especialmente el Madrid, he mantenido el interés y admiración por la NBA, incluidas épocas de ver muchos partidos, en función de horarios y rutinas crápulas. Pero esa admiración ha decaído sensiblemente de un tiempo a esta parte por lo que creo una degeneración del juego, así como por el desequilibrio manifiesto de la competición, siempre desde mi perspectiva de europeo rancio.

Lo dice uno que padeció los años de finales NBA a 75 puntos con protagonistas tipo Ben Wallace y Bruce Bowen. La liga, comandada todavía por David Stern, una figura que estamos aprendiendo a valorar ahora en su justa medida, supo entonces adaptarse, cambiar las normas para frenar la deriva del juego hacia un basket defensivo que lastraba audiencias. También supo legislar contra otras amenazas, como el Shack attack o el tanking, aquello de dejarse perder para tener más ‘papeletas’ en el draft. También introdujo el tope salarial, que junto al draft son las piedras angulares de la igualdad de oportunidades que diferencia la NBA de las competiciones europeas, donde siempre ganan los mismos.

Pero Stern dejó el cargo en 2014 y le sustituyó Adam Silver, con pinta de empollón pero que ha resultado enterarse de poco. Dos años después de su nombramiento como Comisionado, Kevin Durant fichó por los Warriors, donde ya jugaban Stephen Curry, Klay Thompson y un tal Andre Iguodala, all-star y campeón olímpico, del que a veces ya hasta nos olvidamos. La llegada de DeMarcus Cousins sólo ha sido la puntilla al sainete. Desde el fichaje de Durant la liga ha perdido buena parte de su interés competitivo, condicionada por un equipo manifiestamente superior. Nos estamos, entre otras cosas, perdiendo a Stephen Curry, un talento como para reescribir la historia del basket, que se aburre y malgasta sus mejores años en tiritos circenses y goyerías para los top-10.

No hay tanta superestrella en la liga (madura pero no vieja) como para juntar a cuatro en un equipo y que no se te convierta la competición en un chorreo. Y, al final, si a una competición deportiva le quitas la incertidumbre del ganador le privas de casi todo el interés. Adam Silver, enredado en giras por Asia y partidos de exhibición en Londres, todo sea por la pela, debió ser el único que no vio venir que un fichaje así condicionaría la igualdad de la liga durante años, es decir, el interés del producto. Y mira que tuvo buen profesor, Stern, que sí se atrevió a algo tan controvertido a primera vista como vetar traspasos.

Ni Cousins ni Durant llegaron vía traspaso, cierto, sino como agentes libres. De vetar contratos no había precedentes, pero todo es ponerse. Como producto de entretenimiento que es la NBA, el interés/valor del producto debe prevalecer sobre el purismo normativo, manque pese a los aficionados de Warriors.

Abuso del triple y boxscorización

El declive de la competición no llega sólo por la superioridad apabullante de los Warriors, sino por la deriva del juego, un empobrecimiento táctico y técnico. Me refiero al abuso del triple, que ha pasado de ser el recurso del equipo pequeño, por si sonaba la flauta, al modus operandi de la mayoría, incluidos los mejores. También a la hiperespecialización de las plantillas, con equipos en los que solo 1-2 jugadores botan el balón y juegan 1×1. El resto se especializa, sea en rebotear, lanzar triples o hacer chupipandi con las estrellas. «Qué majo es».

Y esas estrellas, sobreprotegidas además por los arbitrajes, firman unas estadísticas individuales escandalosas. Tipo Harden y Westbrook, los dos últimos MVP, que acaban con 35 puntos y 15 asistencias casi cada noche, primero porque son muy buenos, faltaría más, pero segundo y especialmente por una mera cuestión estadística de número de posesiones que asumen. Viéndolo en frío, dispones de unos 50 balones por partido con sólo 5 escenarios posibles: canasta, falta recibida (=tiros libres), asistencia, pérdida o tiro fallado. Metes muchos puntos porque tiras mucho y acabas con muchas asistencias porque das muchos pases. Igual que pierdes muchos balones y lanzas muchos tiros libres. Harden, por ejemplo, también lidera la liga en estas dos estadísticas (5.4 pérdidas y 11.6 tiros libres promedia), de las que lógicamente tenemos menos noticias.

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Los titulares de una noche cualquiera

La prensa ha asumido como propia la boxscorización de la liga, encantada porque los titulares con un solo protagonista venden mejor. Resulta complejo y casi hasta aguafiestas explicar que esas estadísticas tan épicas son una mera cuestión de proporción, el resultado de la evolución de los sistemas de juego hacia sinfonías monocorde, más simples que el mecanismo de un botijo. Como consecuencia, la gran mayoría de los jugadores de la NBA hoy son especialistas unidimensionales. Están cachas y tiran de tres, pero ya, si analizamos el paquete completo tienen peor técnica individual que los de hace 20-30 años. Y cuando llega un europeo multiusos le esperan solo dos escenarios posibles, bien tiene la suerte de caer en un solar y convertirse en la estrella, como nuestro Doncic en Dallas, bien le asignan un rol de especialista, como a Nemanja Bjelica el de tirador, que es como matar a un ruiseñor.

No es fácil romper una espiral, pero cuanto más tarde la NBA en tomar medidas (y las tendrá que acabar tomando), más compleja será la adaptación. Desde esta humilde tribuna dejamos algunas ideas para ese cambio, asumiendo que otras más complejas serán también necesarias. Primero, permitir más contacto en defensa, los marcadores de 140-130 con 50 tiros libres lanzados por equipo son un espectáculo chusco y artificial. Menos faltas son menos tiros libres, menos interrupciones del juego y menos ventaja en 1×1. También se puede volver a retrasar el triple, para bajar los % y que no salga a cuenta tirarse 60 por partido. El golf, un deporte bastante más conservador, lleva décadas alargando progresivamente la distancia de los hoyos según han mejorado los materiales de los palos y la forma física de los jugadores. Y a nadie se le han caído los anillos. También se pueden acortar las series de playoffs, para abrir la mano a sorpresas. Más partidos son más ingresos de publicidad, pero si suponen una merma del interés de la competición puede convertirse en pan para hoy y hambre para mañana.

 

En tiempos de vacas flacas, proyecto y cantera

Pablo Laso y Florentino Pérez
El Madrid atraviesa a nivel de club un tiempo de estrecheces económicas, digamos al menos que las vacas gordas y los fichajes galácticos quedaron atrás. Negarlo sería de necios, en vista de la desinversión de dos años a esta parte en el buque insignia , el equipo de fútbol, basta comparar el gasto en fichajes respecto a años anteriores y a rivales directos. La obra prevista en el Bernabéu, que se adjudicará en 2019 y rondará los 400 millones , tras una serie de modificaciones en el proyecto para contentar al Ayuntamiento, es uno de los motivos de la política actual de contención.
En la sección humilde los efectos de esa desinversión son más suaves, en lo que se refiere a potencial del roster. Por una parte, porque el gasto en la plantilla, si excluimos la millonada en primas que ha costado el doblete (entre 6 y 9 millones, según mis fuentes), apenas ha variado en los últimos años, sin los dispendios de otros en transfers e indemnizaciones. En el contexto actual del basket europeo, con la devaluación de la lira turca y la timidez del CSKA , mantener el presupuesto alcanza para resistir en la élite si haces bien las cosas. Una lógica que no aplica en la misma medida al fútbol, cuyo mercado asiste a una fuerte inflación, empujado por Barca y PSG.
Por otra parte, desde la contención y la estabilidad presupuestaria, el Madrid de basket se ha basado en tres factores principales para no perder competitividad: la continuidad en banquillo y despachos, el tino en los fichajes de jugadores sin cartel (ni sueldo) de estrella y la aportación de la cantera. Con esa receta ha logrado la sección enjuagar, recordemos, bajas muy sensibles los tres últimos veranos, a saber, la salida de Chacho a la NBA, la lesión de Llull para casi un año y este julio la marcha de Doncic, tres de los últimos cuatro MVPs de la Euroliga, ahí es nada.

La marcha de Rodríguez se tapó con cantera (Luka), la lesión del menorquín, confiando en uno que ya estaba (Facu) y la de Doncic, apostando por la recuperación de Llull y en menor medida por la evolución de dos fichajes a priori sin relumbrón, como Deck y Prepelic.

En realidad, si uno revisa las 7 incorporaciones del Madrid de basket desde junio de 2017, su caché y el ruido e ilusión que generó su llegada, tanto en afición como en prensa, no pareciera que habláramos del vigente campeón de Europa. Sólo dos de esos siete tenían experiencia Euroliga previa, Causeur y Kuzmic, y sólo uno, Tavares, fichó con un salario bruto superior al millón de euros…
– Chasson Randle, D-League
– Melwin Pantzar, canterano
– Fabien Causeur, Brose Bamberg
– Gabriel Deck, San Lorenzo
– Prepelic, Levallois, agente libre
– Kuzmic, Estrella Roja
– Tavares, D-League
Por comparar, de los 14 fichajes del Barça en el mismo periodo, 9 firmaron por más de un millón anual de salario bruto y 11 tenían experiencia Euroliga previa, todos menos Pustovy, Smits y Reynolds.

Llega Gabriel Deck, la tanqueta argentina

El alero argentino Gabriel Deck, de San Lorenzo y nuevo fichaje del Real MadridLa incorporación de Gabriel ‘Tortuga’ Deck, adelantada por El Bernabéu, es un ejemplo de libro de lo que Messina definió como «fichar a la rusa», a saber: cerrar la operación con tiempo, antes del verano, y hacerlo por debajo de radar, evitando filtraciones a la prensa palanganera. Política de hechos consumados, vaya, el Marca pierde un culebrón y a la afición le das lentejas, privada del esparcimiento estival de las pajiplantillas. Nos hemos enterado del fichaje de Deck sólo hoy, casi un mes después de que una delegación del club viajase a Argentina para amarrarlo. San Lorenzo se ingresa unos 250.000 euros en concepto de cláusula, que el Madrid paga completa.

¿Quién es Gabriel Deck? MVP de la liga argentina, con promedios de 20 putos y 23 de valoración, un fijo en las convocatorias de la albicelste desde 2015, físicamente un toro y con un espantoso peinado tipo Rapa Nui. Tiene 23 años y levanta oficialmente 201cms del suelo, aunque alguno dice que sin zapatillas no llega a 195… El pasado septiembre le metió 17 puntos al Madrid y 23 al Barca en sendos amistosos, ambos con victoria de San Lorenzo.

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¿Saldrá cedido?

Por ahora no se le ha encontrado ningún tío-abuelo italiano, así que jugaría como extracomunitario, a la espera de que Ayón logre por fin pasaporte español, que no es poco esperar. Está por saber si el Madrid contará con él ya desde el próximo curso o le mandará cedido, como a Facu, dado el overbooking en los puestos de escolta y alero, con Causeur, Carroll, Prepelic, Rudy, Taylor, Yusta y el propio Deck. Personalmente, me inclino por que jugará de blanco ya este año. A su favor tiene un perfil que desaparece en la plantilla, tras la salida de Maciulis y en menor medida Doncic, el de un alero potente que juegue cerca del aro, ayude al rebote y aguante el envite al poste en defensa. Taylor y Yusta, los dos únicos aleros puros que iban a quedar en el roster, son ambos peso pluma. Deck, en cambio, son 107 kilazos de alero, una tanqueta como Maciulis, aunque en su caso con muelles.

El muchacho es en todo caso, como cualquier joven sin experiencia Europea o NBA, un melón por abrir, más aún al nivel de exigencia de un Madrid. Sin embargo, dado su precio asumible, su edad y con lo buenos que han salido al Madrid los dos últimos argentinos (Facu y Chapu), hay mucho más que ganar que que perder. Sea bienvenido.