
Hasta aquí la temporada del Madrid de basket y, ¿sabéis qué os digo? Que en cierto modo supone casi una alivio, porque ha sido un dolor de muelas. Con algún arrebato de orgullo puntual, como la serie de cuartos frente a Efes, pero un dolor de muelas al fin y al cabo. Quizá la temporada menos ilusionante de la era Laso, y no precisamente por su gestión, que ha sido impecable, obligado a sacar conejos de la chistera casi cada semana.
La final ACB se acabó en el tercer cuarto el domingo y la decidió Cory Higgins. El segundo partido solo fue un epílogo innecesario, un «chou», como dijo Laso en un tiempo muerto. Una coda para mayor gloria de Mirotic, que hizo lo que mejor sabe, inflar estadística con el rival ya en la lona. Habrá quien se consuele con la excusa de las lesiones y la mala suerte, pero el Madrid post Campazzo está a un abismo del Barcelona, a las dos finales desde que se fue me remito.
86 partidos, que ya está bien, 86 partidos de engordar para morir desde que se pirase el argentino, que era medio equipo. Su marcha alteró el equilibrio de poder en la ACB y el club, por ahorro, por autosuficiencia, decidió sencillamente no fichar, no buscar un sustituto, ni intentarlo siquiera. Contra otro Barca, el de hace 4-5 años, hubiese servido, pero no contra este, ni cerca. Fue un tirar la toalla antes de arrancar la temporada, resignarse a que pasase lo que ha pasado, que es lo normal. Y mira que Facu avisó con tiempo, en mayo, que no pilló por sorpresa al club como lo de Tortuga Deck.
Una decisión de un cortoplazismo financiero que pasados los meses todavía no me explico, como si la sección no palmase 20-30 millones todos los años sin que eso suponga un problema. Ha sido un tirar al retrete la temporada de una sección de unos 40 millones de euros de presupuesto anual por no gastarte 1-2 millones en el sustituto de un jugador cuya marcha deja 6 kilos a plazos…
Capacidad de regeneración
El Madrid ha hecho gala durante años de una épica capacidad de resiliencia, de enjuagar las marchas a la NBA y las lesiones con los recursos propios de la plantilla. Los que han quedado este curso, entre fugas y lesiones, han dado la cara en la medida de sus posibilidades, quizá incluso por encima. Se han salvado los muebles, pero la épica tiene un límite, y la regeneración requiere de unos mínimos mimbres previos que ahora no hay.
Me ha dado por revisar lo que publiqué aquel 20 de noviembre, a la marcha de Facu: entonces temí estar siendo demasiado duro o agorero, pero no…
Esta fuga es un torpedo en la línea de flotación del equipo, cuyas opciones de títulos este curso se reducen dramáticamente sin una de sus dos estrellas
¿Y qué va a hacer el club ahora? Nada. La intención es no fichar, y mejor que nos hagamos a la idea cuanto antes, para no seguir perdiendo el tiempo pajeándonos con los descartes del mercado NBA. Una decisión decepcionante para el aficionado pero no por ello sorprendente, en línea con la muy conservadora política de despachos de la sección en la era Laso, fiándolo todo al continuismo
Lapro y Alocén, la nueva ralidad: el Madrid se va a pasear por Europa con una dupla de directores digna de media tabla en la ACB. Laso es un contrastado gestor de bases, pero milagros a Lourdes
Lesiones y lesiones
Si la marcha de Campazzo cambió el equilibrio de fuerzas ACB, las lesiones fueron la puntilla. La de Randolph un enorme infortunio, claro está, pero la mayoría del resto han sido musculares en jugadores bien entrados en la treintena, así que previsibles en cierto modo.
Llull, por ejemplo, se ha perdido 31 partidos de la temporada (el 36%), y de los que ha podido jugar unos cuantos lo hizo forzando, como esta semana, y por tanto mermado. Lleva tres temporadas igual, así que no nos puede coger por sorpresa, y camino de los 34 no va a ir a mejor. Tres cuartos de lo mismo pasa con Carroll y Rudy, que se han perdido 17 y 29 partidos, respectivamente, entre lesiones varias y descansos. Los tres, por cierto, han firmado calamitosas actuaciones en la final ACB, sin paños calientes.
Con este panorama, lo que le ha quedado al Madrid en la temporada, siendo realistas y dejando la testiculina y el escudo al margen, es luchar por meterse en finales nacionales e intentar la sorpresa. Pero ya no como favorito sino como aspirante, por primera vez en más de un lustro. A las finales se ha llegado, así que la temporada no es de suspenso, pero tampoco ha habido sorpresa, ni cerca: se han perdido sin paliativos, por el sencillo motivo de que el Barca es ahora mejor, manque pese.
Señales de desgaste

Las señales están ahí desde hace tiempo, para quien las quisiera ver. Dejar de ser el equipo a batir no sucede de la noche a la mañana por un puñado de lesiones, es una transición cocida a fuego más lento de lo que parece.
La temporada pasada el equipo era ya muy dependiente de Tavares y Campazzo, que tapaban muchas miserias, mientras a su alrededor se hacía un vacío cada vez mayor, principalmente por la complacencia y el desatino de la directiva en mercado desde que se ganase la Euroliga de Doncic en Belgrado (2018). Se confundió continuismo con dejadez: los jugadores envejecen y las estrellas se apagan. Reconocer la trayectoria de leyendas del club no está reñido con admitir su decadencia según les caen años encima. La lealtad no gana títulos y hay maneras muy dignas de rendir tributo sin ficha en el primer equipo.
Una dejadez directiva en Goya que contrasta con el empuje del Barça, más ambicioso en mercado, como corresponde al perseguidor, y tanto fue el cántaro a la fuente que al final se rompió. En verano de 2019 FCB dio un golpe encima de la mesa, fichando a dos titulares del quinteto ideal Euroliga (Higgins y Davies) y a dos jugadores de clase media NBA (Mirotic y Abrines). Todos en su edad prime. El curso pasado no cuenta, que se cerró en falso por el covid: este ha sido el primero con ese plantillón ensamblado, y el resultado salta a la vista: nos han pasado por la derecha.
¿Diferencia de presupuesto? El Barca gasta un poco más en plantilla, sí, pero la diferencia dista de ser abismal. De hecho, a comienzo de curso los presupuestos eran casi idénticos, hasta la marcha sin cubrir de Facu, que supuso desinvertir como 3 millones de masa salarial. Por favor, no nos agarremos a ese viejo complejo colchonero de la inferioridad presupuestaria para evitar hacer un poco de autocrítica. No comparemos solo presupuestos, sino la forma de gastarlos, que nadie obligó a JCS a firmar más de 4 millones por dos años a Laprovittola o a renovar a Felipe para vestirse de calle. El éxito del Barca no viene de una diferencia presupuestaria abismal sino de la apuesta por un núcleo de jugadores en su edad prime y sin riesgo de fuga NBA. Mientras, el Madrid se agarraba al continuismo, al realismo mágico de la resiliencia y las vacas sagradas.
Estamos ante un verano clave en los despachos. Toca un cambio de rumbo en la toma de decisiones, apostar por el rendimiento esperado a futuro y no por el pasado, el cariño y la lealtad. No voy a bajar hoy al detalle de los nombres de salidas y fichajes deseables, ya habrá tiempo, sino a recordar que de la autocrítica de que sea capaz el club, y del acierto y la ambición que muestre este verano depende evitar que se consolide un cambio de ciclo en el basket español, con el Barca como dominador y el Madrid a rebufo.
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