No por esperada la noticia es de menor calado: se nos retira Jaycee Carroll a final de temporada, según adelanta Encestando. Así se lo habría comunicado ya al club, para dar margen a buscar sustituto. Todas las piezas encajan: cumple 37 en abril, el mega rancho está listo, termina contrato en junio y se encuentra inmerso en «problemas familiares», que estarían detrás de su ausencia en los últimos partidos. El club le ha concedido permiso para viajar a EEUU, a donde se mudaron en noviembre su esposa y los 4 hijos. Llegado el momento se le rendirán honores al nivel de su figura: el mejor americano que ha vestido la camiseta blanca y el mejor tirador puro de la historia de la Euroliga, como poco en lo que va de siglo.
Antes de que empecéis con los llantos, advierto: Jaycee no tiene sustituto, y no lo tiene porque es uno entre un millón, nunca habíamos conocido a esta orilla del Atlántico semejante grado de perfeccionamiento del tiro de 3 saliendo de bloqueo y de la bombita en penetración. Sus porcentajes de conversión en ese tipo de lanzamientos son altísimos en comparación con la media de ‘mercado’. Hagámonos a la idea, simple y llanamente no hay otro como él. Quien espere que el Madrid encuentre al ‘nuevo Jaycee’, se va a mojar las ganas en el café, porque es una quimera. Igual que no había recambio posible para Doncic en 2018 o para Chacho en 2016. ¿Recordáis lo que pasó entonces? Que nos hicimos el harakiri porque el club fichó a sustitutos de teórica ‘poca monta’, aunque a la postre el equipo continuó arriba exactamente igual. Así que: aprendamos la lección y no seamos unas histéricas.
La tarea no es comprarse un clon de Carroll para combatir la melancolía, o un Ferrari para desviar la atención (Sugus para el primero que pida a De Colo), sino suplir el hueco que deja el americano en términos deportivos, contabilizados fríamente y estadística en mano. Porque de esto va el baloncesto del siglo XXI. Y el hueco que deja Carroll en 2020 se mide en unos 8-10 puntos desde el banquillo, como primera opción en sistemas para tirador en estático. Un rol similar, por ejemplo, al de Kuric en Barcelona y que tan bien cumple. A diferencia de los casos de Chacho y Luka, no hay activos en la plantilla blanca cuya evolución pueda cubrir el espacio vacante. En su día, la aportación de Rodríguez en la creación desde bote la suplió Doncic con su estirón, y al propio Luka el año pasado le hizo olvidar Campazzo con su eclosión definitiva. No hay sin embargo dentro del roster un especialista tirador en ciernes como sí había generadores desde bote, así que toca importarlo.
El prejuicio heredado
Y la opción más lógica y probable, el plan A que baraja el club, es renovar y repatriar a Klemen Prepelic a final de curso. Es peor tirador puro que Jaycee (menuda sorpresa) aunque a cambio puede echar el balón al suelo y sacar puntos baratos desde el tiro libre. Si alguno temió que solo fuese flor de pretemporada, puede estar tranquilo a estas alturas: máximo anotador de la ACB con 22.1 puntos de media en 16 jornadas, el promedio más alto visto en la liga desde hace algunos años, y con su Joventut inmerso en la lucha por puestos de playoff tras un comienzo titubeante. Sin embargo, pese a esos números astronómicos, a su pasaporte comunitario, a la relativa concordancia táctica y a su evidente evolución, sobre todo en aplomo y picardía en pista, leo a muchos parroquianos desaconsejar la operación retorno. Claro, es que les sabría a poco, «queremos a Fredette», porque nos metió 18 puntos en OAKA y somos de ‘culo veo, culo quiero’. Lo de que sea extracomunitario, tenga contrato en vigor hasta 2021 y defienda como mi abuela, nah, detalles menores.
Son los mismos parroquianos, suponemos, que lamentaron en su día el retorno de Campazzo, «el tapón ese argentino que nos colocó el Chapu», porque perdía muchos balones y no era lo mismo Murcia que Madrid. Al final, se juzga desde el prejuicio del recuerdo: tendemos a crear opiniones y a mantenerlas fijas, impermeables a la evidencia, casi siempre por el mero orgullo tertuliano del ‘ya lo dije’. Pero tratamos material permeable, los deportistas evolucionan, maduran y envejecen, a veces se estancan. En Madrid recordamos a Prepelic de su lastimoso paso por el equipo en la 2018-19, cuando le tocó desempeñarse de lo que no es (base) por culpa de las lesiones de Llull y de una plantilla mal construida, con overbooking de escoltas y escasez de directores. Pero, ¿os imagináis que Laso hubiese alineado dos meses a Carroll de base en su primer año en Madrid y le hubiésemos colgado para siempre el sambenito de ‘no sabe botar’? Liberémonos de prejuicios y confiemos en la dirección técnica, que motivos nos ha dado.
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