
Es solo el primer encuentro, queda mucha serie, pero las formas importan y las sensaciones son blancas. En realidad lo son desde aquella barbacoa en casa de Rudy, la epifanía de las pancetas. Cómo han cambiado las tornas en los clásicos desde entonces, qué lejos quedan hoy las palizas en Goya en fase regular, esa sensación de cambio de ciclo asentado. La semifinal en Belgrado nos pareció una machada, por remontar al Barca y por la baja de Goss, y sin embargo este repaso sin Llull, Abalde ni Goss resulta casi otro día en la oficina, tras 16 triunfos en 17 partidos.
Pero la de hoy no es una victoria cualquiera, es un +23 al final del tercer cuarto a domicilio en una final ACB. El tipo de baño que siembra dudas al rival y con partidos cada 48 horas las sensaciones importan.
Abalde y Llull se vistieron de corto por hacer el ver, el gallego llegó a salir algún minuto a probarse, pero aún no. Vino a dar igual porque ya está Hanga disponible para lo que le echen. Su fuerte no es teóricamente anotar, pero reventó el encuentro en la primera mitad con 16 puntos: está en vena y las sensaciones a veces pesan sobre el scouting. No me cansaré de poner en valor su versatilidad, rasgo distintivo del jugador moderno. Añadió seis asistencias y una enorme labor atrás. Jasikevicius debe estar haciéndose cruces por su despido el pasado verano. No es que no le renovasen, como el Madrid a Lapro, es que le quedaba otro año de contrato y le cortaron.
Tortuga Deck, excelso ya en Vitoria en semis, recogió el testigo en la reanudación: otros 16 puntacos. Abortó cada conato de remontada local sin cambiar si quiera el gesto, porque él es así, de conducir tractores y desayunarse un par de abrines cada mañana.
Ambos rezuman el espíritu de este Madrid renacido de dos meses a esta parte, de menos es más, pleno de confianza y energía. Resulta complicado bajar al detalle táctico en un partido así, sin alternativas en el marcador, teñido todo de blanco. El Madrid pasó como un bulldozer por el Palau, abrió brecha aprovechando los tiros liberados que dejaba la defensa azulgrana al colapsarse sobre los pívots. Tavares y Poirier solo pudieron lanzar nueve veces entre ambos, menos que Causeur, Hanga Yabusele o Deck solitos. ¿Os acordáis cuando lamentábamos los baños tácticos de Jasikevicius a Laso? Qué lejos queda todo.

Cumplieron los habituales, cada uno en lo suyo, los triples sin botar de Causeur o los rebotes ofensivos de Vincent, pero también me gustó el fondo de armario. Por ejemplo Jeffery Taylor, valoración 11 en 13 minutos, intachable profesionalidad en uno de sus últimos partidos con la camiseta blanca. Y hasta Juan Núñez sumó a la causa, y no creo ser sospechoso de inflar la valoración de canteranos por simpatía. Sabemos de su chispa en ataque estático pero mostró un nivel defensivo y un aplomo en plaza grande como no le había visto hasta la fecha. Por cierto, un abrazo desde esta tribuna para Anthony Randolph, que salió lesionado y tiene toda la pinta de haberse roto de nuevo. Su cara era un poema, le dolía más el alma que la rodilla.
Volviendo a la final, uno mira la estadística del primer partido y en verdad tampoco encuentra un acierto puntual difícil de repetirse en los siguientes: 15 asistencias por 13 pérdidas, 41% en triples, 50% de dos y +8 rebotes, vamos, la receta que se repite desde la barbacoa. Es pronto para lanzar las campanas al vuelo pero el Barca transmite la sensación de equipo desinflado, como si el desenlace del curso le llegase tarde. Hasta el más cauto coincidirá en que el Madrid tiene una oportunidad genuina de título, que cambiaría diametralmente las conclusiones de una temporada que tan mala pinta tenía.
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