Tiene pinta de malote del instituto, con el brazo tatuado y ese peinado macarra, pero si es algo es tímido y discreto, casi apocopado, como su juego cuando aterrizó en España. Mientras otros le echan jeta, se salen del sistema y piden foco, la tendencia natural de Tortuga Deck es a quedarse en segundo plano, aplicado y cumplidor en ambos aros, lo que el curso pasado se tradujo en bastantes minutos de escasa producción y en la exasperación del sector más impaciente de la parroquia blanca, que no es pequeño. Se barruntó incluso la opción de cederle… Resultaba evidente que atesoraba más baloncesto del que enseñaba, lo avisó en el Mundial, pero ¿cómo sacarlo a superficie en el Madrid? Pues ascendiéndole en la escala de mando, es decir, con sistemas para él. Cada semana se le busca más y él responde con solvencia: ya es el más valorado del roster en ACB, con 13 de media. Es un proceso que se retroalimenta, se llama meritocracia.
A falta de Thompkins, es el único jugador de la plantilla para el que se ordenan aclarados 1×1 al poste, esa cosa que tan poco entusiasma a Laso, bueno, a casi ningún entrenador contemporáneo. Pero a Deck, además, se le busca en jugadas de final de cuarto, cuando se saca de fondo, porque de cara y en carrera es como una estampida Dothraki. Tanta fe le tiene coach L, que en Vitoria preparó para él la última jugada, esta vez una en estático. Por cierto, segunda vez en el curso que el Madrid dispone del último balón para ganar, y en ambas ocasiones la pizarra fue para un segundo espada (los primeros serían Llull, Facu y Rudy). La otra fue contra Maccabi, y en ambas salió cara.
Deck respondió a la confianza con un soberbio canastón de 6 metros, tras quedarse emparejado con el pívot rival en mismatch, una demostración de confianza en su tiro, ese del que muchos dudan, más por prejuicios estéticos que números en mano. Nunca lanzará bonito ni será un tirador excelso, ni falta que hace para ser un alero de élite Euroliga en 2019. La mecánica de Tortuga es más fea que un pie, ortopédica y de parábola baja, pero alcanza con que enchufe en un porcentaje suficiente porque el resto de su repertorio es de notable alto. Su progresión le convierte junto a la Pantera de Azuqueca (otro día en la oficina) en el mejor ‘fichaje’ de la sección este verano y, recordemos, tiene solo 24 años. Mucho recorrido aún, que además de joven es un late starter.
Los otros dos fichajes, los oficiales, los que se presentaron en la sala de trofeos y que cobran bastaaaante más, pues luces y sombras. A Laprovittola ya me referí el viernes y contra Baskonia continuó su despliegue de juego andando y pérdidas de balón. De las siete jornadas ACB hasta la fecha, el Madrid solo ha tenido dos exigentes, las salidas a Tenerife y Vitoria, y en ambas firmó valoración negativa, a sumar a su media también negativa en los cuatro partidos Euroliga en que sí jugó algo. Ver brotes verdes en sus números en casa contra Manresas de la vida sería hacerse trampas al solitario. En Vitoria, además, sus minutos al timón en la segunda mitad despertaron los locales, dicho sea de paso, por un acierto exterior insostenible (8/10 triples en el tercer cuarto). La temporada es larga y no deja de ser un recién llegado, pero hay motivos para la preocupación: parece empeñado en confirmar los peores pronósticos, los de que «le viene grande la Euroliga» y «solo vale para cabeza de ratón». El primer escéptico creo que es Laso y se lo está poniendo fácil.
El rendimiento de Jordan Mickey está a otro nivel, él sí aprueba, sensación a la que contribuye el pinchazo de su compañero de puesto en el arranque de curso. Pero ya le estamos empezando a tomar la matrícula a su tendencia a la gaseosa, a la estadística insustancial. Tiene clase a raudales y ha firmado varias actuaciones notables, pero cojea en intensidad defensiva, nunca dispuesto a gastar una falta, y sus números en el boxscore están por encima de su impacto en pista. Ayudaría alguna bronca de Laso y la mejora de Tavares, para que la puja por minutos como pívot sea de máximos y no de mínimos.
No quiero cerrar sin mencionar la hombrada de Sergio Llull, que volvió a ser de los mejores, clave en el último cuarto, pese a jugar con el brazo vendado, tras terminar con el codo así el partido del viernes. Chapeau.
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