
Una de las cualidades que más aprecio de Laso, quizá la que más, es su capacidad para adaptarse a las plantillas que le confeccionan. Porque sí, en buena medida se las confeccionan sus jefes. Y no siempre son completamente de su gusto, tampoco siempre plantillones de bandera, al curso pasado me remito, pero nunca se queja públicamente. Compite con lo que tiene y no le oiréis una palabra más alta que la otra. Talante y pragmatismo.
Digo talante porque, históricamente, el mundillo de los entrenadores de élite en Europa lo habitan técnicos pagados de sí mismos, con ideas de juego muy rígidas, preconcebidas. Es muy humano asumir que la misma receta que te sirvió en el pasado te servirá en el presente. Y no es tan fácil la ecuación, porque los ingredientes cambian: la plantilla que tuviste entonces fue una, con sus debilidades y fortalezas, y la presente puede que se le parezca como un huevo a una castaña. No mejor ni peor, distinta.
Goodbye run&gun

Hemos asociado tradicionalmente a Laso a un juego alegre, a puntuaciones altas y a un gran protagonismo del backcourt, porque así fue en sus primeros años en el banquillo… cuando disponía de Chacho, Carroll y las mejores versiones de Llull y Rudy. Los tiempos han cambiado, el Madrid ya no tiene el mejor backcourt de Europa, esos pistoleros se han hecho viejos, sino directamente retirados o emigrados, y el mercado no ha ofrecido oportunidades para suplirlos con garantías. Bueno sí, Doncic y Facu, que hicieron las Américas. Enrocarse en el librillo y jugar a lo mismo hubiese sido un tiro al pie. Imaginad el año pasado intentando jugar a 100 puntos con Lapro andando…
Laso lleva ya varias temporadas virando progresivamente hacia un juego más lento y un estilo más defensivo, el que marca el perfil de la plantilla disponible y el declive del backcourt. Un proceso agudizado este inicio de curso, con unas incorporaciones en verano que remarcan el carácter físico, rocoso y defensivo del plantel.
Debate estético
Podemos abrir (o no) el melón del debate estético, pero los resultados por ahora refrendan la apuesta, y no es poco decir viniendo del año que venimos. En los tres partidos que van de ACB el Madrid ha dejado a sus rivales en 35% en tiros y 63 puntos de media, y así es difícil perder un partido, por mucho que el juego exterior esté más oxidado que los columpios de Chernobyl.
También solíamos asociar a Laso con pívots bajitos y muy móviles, recuerden el cambio de Tomic por Slaughter, que a la postre saliese tan bueno, o el naufragio de Bourousis en su paso por el club. Pero, paradojas del destino, las dos mejores oportunidades de mercado que se ha encontrado el Madrid en los últimos años, fichados a mitad de curso de la NBA, son dos pívots formato grúa, Tavares y Poirier, de esos que teóricamente Laso aborrecía.
El coach ha sido humilde, ha sabido adaptar su librillo priorizando el talento, y el principal de esta plantilla son esas torres gemelas, a priori la pareja de centers de mayor potencial que ha visto Europa en unos cuantos años. Y sacarla provecho no es utilizarla solo para poner bloqueos y ayudar en defensa, como otrora, sino también generar situaciones para que produzcan también en ataque. Bien, pues en los dos últimos partidos Tavares y Poirier han acaparado entre ambos 33 tiros de campo, convirtiendo una posición tradicionalmente pasiva del sistema en la de mayor producción. Entre ellos y la defensa este es un Madrid muy difícil de ganar, aunque las palomitas tengamos que reservarlas por ahora para el cine.
El Madrid lanzó un mensaje de fuerza para empezar la final ACB: ha aprendido de los errores de los últimos duelos contra el Barca y, además, llega en bastante mejor estado de forma. Arrancó el partido con 9-0 y ya nunca se vio por debajo, hasta los 20 de diferencia final. Hubo tramos puntuales de acierto en la primera mitad, protagonizados principalmente por Llull, del que ahora hablaremos, pero el encuentro se decide sin duda atrás. Tavares tiene la capacidad de, incluso en un partido normalito, hacer parecer mediocres a los mejores pívots de la liga: sucedió con Dubljevic en semifinales y ayer hizo lo propio con Tomic, que tantos dolores de cabeza nos diese otras temporadas.
Supercopa ✓, otro trofeo a la buchaca. El que menos cuenta, no hay necesidad de vender burras, que estamos en años de vacas gordas, pero sirve para tomar la temperatura al Madrid en el arranque de curso, y resulta que es bastante mejor que la del pasado, que andaba el vestuario aún en shock por la lesión de Llull. El balear, por cierto, es la buena nueva del torneo este año, verle a un nivel ya interesante. Es pronto para saber si recuperará aquella versión superlativa de 2016/17, pero tiene ya mejor pinta que en los pasados playoffs ACB o, sin ir más lejos, que en los amistosos de esta pretemporada, fallón en el tiro y apocopado en las entradas a canasta.
Efecto rebote. Es un término bursátil que se refiere a la fuerte subida del valor de una acción el día después de una súbita bajada. El ayudante de Sito Alonso
Era un derbi Madrid-Barca pero el ambiente en el Palacio, lleno técnico, eso sí, no fue muy distinto al de cualquier partido de Euroliga en casa, solo despertó el respetable con algún rifirafe en la segunda parte protagonizado por Tomic y Navarro, los más ‘queridos’ en Goya. Es lo que tiene un calendario saturado, quinto derbi del curso, que por muy azulgrana que vista el Barca, no deja de ser un duelo del líder contra el decimosegundo, ya eliminado, un derbi del siglo XXI. Y como tal se desarrolló el encuentro, de los más plácidos del curso europeo, analgésico para un Madrid titubeante las últimas semanas, cuya anterior victoria, de hecho, fue también ante el Barca. Barztokas se autoexplusó y a renglón seguido Rice comenzó a meter triples, un resumen del ambiente en el vestuario del Barca.
Aún recuerdo aquellas declaraciones en caliente de Marc Gasol, tras perder un partido apretado la selección ante Turquía, quejándose de que Scariolo diese la última bola «al chico que acaba de llegar» en vez de a su hermano. Ocho años y medio después ‘el chico nuevo’, Llull, se ha convertido en quizá el mejor clutch player de la historia del baloncesto español, fama que cincela con regularidad con canastas ganadoras de todos los colores, aunque la de hoy, con el Palacio lleno y ante el eterno rival, tiene un sabor especial para el aficionado intermitente. Cerró la primera parte con
Debe estar conectado para enviar un comentario.