Leyenda no, leyendaza. Puede que a veces lo tengamos menos presente porque, como no bate récords de longevidad ni juega con España los veranos, a sus logros se les da menor cobertura y verso que a los de, digamos, Felipe o Navarro. Al fin y al cabo, los periodistas que viajan con la selección y en algunos casos se hacen amigos de los jugadores son los mismos que después cubren durante el curso la ACB o la Euroliga. Todos somos humanos y tenemos nuestras preferencias, y tampoco es que necesitemos a estas alturas intermediarios para poner en valor a Carroll, que escribió ante Maccabi un nuevo capítulo de esa leyendaza. Triple ganador a 2 segundos del final, con dos abajo en el marcador, por cierto, en una magnífica jugada de pizarra de Laso, alineando ex profeso a Tavares, que engañó a la defensa amagando un bloqueo para Llull (que subió el balón) para acabar poniéndoselo al americano, que lanzó bastante ‘liberado’.
Regresaba Carroll tras 12 días, después de aquella hostia épica contra Murcia en que pudo romperse la crisma y quedó en esguince cervical. Subió 14 puntos, muchos cuando más atascado estaba el equipo, en la segunda mitad, de canastas sin la menor ventaja, de puro talento y puntería. El mejor fontanero que ha vestido esta camiseta.
Su triplazo fue la guinda a una magnífica velada de baloncesto en Goya, por nivel e igualdad, digna del clásico europeo que es un Madrid-Maccabi y que había dejado de serlo en los últimos años por incomparecencia visitante. No es consuelo pero, aunque se acuesten balance 0-2, los israelíes son por ahora el mejor rival de los siete a los que se han enfrentado los de Laso, incluidos Fener y Barca, a los que se doblegó con sensación de relativa suficiencia. Maccabi ha montado al fin una plantilla seria, no el putiferio de trotamundos y zumbones de años previos, y sobre todo vuelve a jugar como equipo, bajo la dirección de Sfairopoulos, que ya enseñó los dientes en la segunda mitad del pasado curso. No olvidar, además, que en Madrid jugaron sin su teórica estrella, Omri Casspi, el hijo pródigo.
El duelo Campazzo – Wilbekin
Scottie Wilbekin (22 puntos) por fin justificó las expectativas que levantó su MVP de la Eurocup, y de paso le pintó la cara a Campazzo, que nos estaba acostumbrando a la excelencia y jugó con mucho su peor encuentro en lo que va de curso. Correcto sin más en la primera mitad, se le hizo de noche en la segunda, cuando más apretó Maccabi, en el marcador y en defensa. Y sin el mejor Facu, al Madrid le cuesta y le va a costar sacar adelante partidos exigentes. Encima el jugador al que se fichó para situaciones así, para cuando se le apague la luz a Campazzo en la creación desde bote, ni siquiera pisó el parqué. Banquillazo a Laprovittola ya en el segundo partido de Euroliga, en cuanto ha vuelto Carroll y tras su sonado -8 en el debut ante Fenerbahce hace una semana. Mosquea, para qué engañarnos.
El otro fichaje sí dio la cara, y de qué manera: Jordan Mickey retrató a Othello Hunter y presentó credenciales con una actuación soberbia, 30 de valoración en 20 minutos y dos tiros libres clave que empataban el partido a 27 segundos del final. No imaginé que haría ‘olvidar’ tan pronto a Ayón. Suma valoración con tanta facilidad que a veces su estadística puede resultar engañosa, como ante Fenerbahce, que hizo un cagarro y terminó con valoración 12. Pero contra Maccabi fue otra historia, tremendo su segundo cuarto y providencial en la recta final, por cierto, compensando otra velada discretita de Tavares, al que la renovación y el aumento de sueldo no han sentado por ahora demasiado bien. Veamos cómo le sienta la competencia directa que supone Mejri, de un perfil similar. Reconforta, eso sí, saber que el propio Tavares es consciente de su mal arranque y no se le caen anillos por hacer autocrítica en público. Bien por él.
Por lo demás, Gabi Deck jugó poco pero dio la cara en los minutos finales (de nuevo como ala-pívot), a Rudy se le hizo pequeño esta vez el aro (2/9 tc) y Randolph, sin cuajar una actuación redonda, se tomó al menos el partido en serio, por aquello de ser Euroliga, porque en los cinco que van de competición nacional (ACB+Supercopa) no se ha dignado aún a comparecer… Puedo tirarme hasta el amanecer dando vueltas sobre detalles, que seguramente cambiarán en unos días; al final la velada se decide en el triplazo de Carroll, el tipo de highlights que van esculpiendo su leyenda, perdón, leyendaza
No se caracteriza por su paciencia el aficionado al deporte, menos aún el del Madrid. Sin embargo, la parroquia blanca está teniendo y mucha con Llull a su regreso de la lesión. Si por ejemplo Prepelic se cascase un par de partidos como los del menorquín últimamente tendría que salir escoltado de Goya. Lógicamente Llull, sobra decirlo, se ha ganado a pulso esa paciencia de la grada, por su nivel deportivo durante años, su entrega y fidelidad al club. El caso es que estamos todos deseando verle de nuevo disfrutar en pista, quizá ya no aquel nivel de excelencia de 2016-17, cuando fue MVP de la Euroliga, pero sí una versión más homologable que la presente, con una mínima regularidad y una dirección sensata.

Le he regalado a mi hermano por Reyes la camiseta de Doncic, con la convicción de que dentro de 20 años será una pieza de colección, rollo vintage. Conscientes o no, inmersos en la vorágine de la temporada, estamos contemplando la historia pasar ante nuestros ojos, nadie había dominado así el baloncesto europeo a la edad de 17, repito, 17. Petrovic no fichó por la Cibona hasta los 20 años y Kukoc, por el que siento una especial predilección, tenía ya 21 cuando fue MVP de la Final Four, que ganó con la Yugoplástica 3 años seguidos (¿el mejor equipo que ha conocido Europa?). Puede que al final de su carrera Luka no llegue al nivel de estas leyendas, pero a los 17 años es más jugador de lo que eran ellos.
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