Atrás quedaron los tiempos de las victorias espléndidas, los últimos cuartos aburidos y las plusmarcas de imbatibilidad. Esas se guardan para mayor deleite de estadistas y críticos gourmet. La España del Europeo es sufrida e imperfecta. Camina hacia el oro dando tumbos como un borracho. Pero camina, al fin y al cabo.
Tras una primera fase de baloncesto deleznable, sus opciones siguen intactas (2 de 3, Eslovenia mediante). Y es que los borrachos siempre encuentran el camino a casa y las llaves. Como uno es alcohólico social, sufridor y un punto sado, perfiere esta España. Mucho más divertida. La excelencia es un coñazo.