Los que todavía defienden la marcha de Sergio Rodríguez a la NBA suelen utilizar como argumento que: «por lo menos está progresando en su juego, está madurando». Su pretemporada 08/09 creó expectativas de cambio en su status para el nuevo curso, pero en sólo una semana de competición se han demostrado nuevamente ficticias.
Sergio se ha convertido en un zombie en la cancha, un jugador vulgar. En la penitencia de su ‘aventura’ se ha dejado el descaro, la alegría, el dribling, el pase, la improvisación… Todo lo que le hacía especial. Es un clon imperfecto del base que le precede en la rotación, Steve Blake, pues tira peor y pierde más balones.

Aquellos que conocen su circustancia en la franquicia afirman que en Sergio descargan sus diferencias personales Pritchard y McMillan. Como el manager general (Pritchard) siente predilección por Sergio, el entrenador (McMillan) no le saca. Pero las intrigas palaciegas se escapan al control del jugador.
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Algún periodista provinciano celebró como un éxito su reciente renovación con los Blazers. Por cierto, por un salario bajísimo: 1,8 millones de dólares anuales, cuando el salario medio de la NBA es 5,5. A mí me pareció una noticia nefasta. Cada cada mes, cada semana, cada partido que Sergio pasa en Portland su talento se consume.
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