NBA – "El gran espectaculo"

Días antes del inicio de las finales de conferencia apareció un informe que revelaba la pérdida de interés de los aficionados en los Playoffs de la NBA. Las audiencias de televisión se resentían, una nueva final San Antonio – Detroit se vislumbraba en el horizonte y los seguidores cambiaban de canal. Añadía la encuesta que sólo una eventual aparición de un jugador con gancho como Lebron James, al frente de los Cavaliers en las finales, podría recuperar la audiencia. Dicho y hecho.
«Un clásico de todos los tiempos», «histórico», «coronación». Titulares de esta índole se despacharon en las redacciones de medio mundo para describir la actuación de James en el 5º encuentro de la final de conferencia Este. Fueron 48 puntos, nueve rebotes y siete asistencias en un encuentro que se resolvió tras dos prórrogas por 109-107 a favor de Cleveland. Parecía obvio que el espectáculo había sido grandioso, uno de esos partidos que recuerdas con añoranza y una cerveza pasados los años, por eso los comentaristas recomendaron poner a grabar el vídeo a partir del primer tiempo extra.
No será el arribafirmante quien niegue la categoría e impacto de Lebron James, ni que aquella noche estuvo inspirado, pero un ruido mediático excesivo rodea al chico, haciendo perder la perspectiva de lo verdaderamente logrado.
Los Pistons son una gran plantilla, algo envejecida, que en sus dos últimas apariciones en Playoffs ha concurrido con el depósito en reserva y perdiendo fuelle en cada partido, hasta llegar grogui a la final de conferencia. El quinto encuentro de la serie de este curso era decisivo. Tirando de experiencia y aislados destellos de sus otrora estrellas controlaron el encuentro en los tres primeros cuartos. No jugaban fluido, no jugaban a nada, pero les valía contra los Cavaliers. Nadie se engañe, el último cuarto no fue un épico intercambio de canastas con Lebron a puerta gayola. Fue un cúmulo de despropósitos, un «quiero y no puedo» de ambos conjuntos. Con dos tantos arriba y un par de libres a favor se plantó Cleveland a un minuto y medio por jugarse, una buena oportunidad para dejar el duelo casi sentenciado. ¿Qué hizo «El Elegido»? Fallar los dos tiros libres. De camino a esos 48 tantos se dejó un par de tiros de media distancia que no tocaron ni aro, del estilo de los que lanzaba en el Mundial de Japón del año pasado.
La mayoría de su anotación llegó de penetraciones por el lado derecho, el gran estándar de su repertorio, en el que luce más físico que técnica. James posee un físico privilegiado y dominador, amén de un carácter competitivo y un juego completo, pero «el nuevo Michael Jordan» no es ningún dechado de talento ni fundamentos y su tiro es tosco e irregular (aquella noche salió «cara»). El «gran espectáculo» se alargó hasta las cuatro horas de duración, salpicado de interminables tiempos muertos y errores arbitrales clamorosos, decisivos y reiterados en ambas direcciones (por ejemplo, en el último ataque de Detroit, en el que pudo empatar el encuentro y forzar una tercera prórroga, Varejao cometió una clara falta sobre Rasheed Wallace en pleno lanzamiento que no fue señalada). Tras 240 minutos frente al televisor, se habían visto 34 canastas de Detroit y 37 de Cleveland (71 en total). Es decir, cada tres minutos y medio de luchar contra el sueño en la madrugada veías el balón entrar una vez por el aro.
Dado que este circo es un negocio, en pos de incentivar audiencia y hacer más atractivo el producto, quizá la NBA podría plantearse algo distinto a inflar el globo de las estrellas emergentes. Por ejemplo, reconsiderar sus listones de permisibilidad y criterio arbitral en Playoffs (para que no se repitan casos como los de Diaw y Stoudemire, sancionados por ridiculeces para el partido decisivo, mientras los leñeros hacen de la postemporada su cortijo) o las normas sobre el número de tiempos muertos disponibles y su duración.
Lebron ya está en la final, según el aquel informe, las audiencias se verán incrementadas y se venderán más camisetas, y todos felices…

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