
Empieza con mal pie la operación “Rescatar al soldado Abalde”, descartado de la lista de España para el Mundial. Con Rudy y Llull preferiría justo lo contrario, que descansasen e hiciesen la pretemporada completa con el Madrid, que guardasen la poca gasolina que les va quedando para el club que les paga. Pero el gallego necesita confianza a paladas y la selección parecía un entorno propicio, con buen ambiente y menos competencia. Pero se queda fuera, lógico viendo su nivel en los amistosos, el mismo que conocemos últimamente en la capital.
La temporada 2023/24 se me antoja clave en su carrera, la de levantar el vuelo y encontrar su sitio, aunque sea como peón de rotación, o la de hundirse en la irrelevancia. Digo clave porque después de tres años en el Madrid de poco a menos, siempre por debajo de las expectativas, le ha caído del cielo una oportunidad para reivindicarse y romper su dinámica menguante, la salida sin cubrir de Adam Hanga. Un espacio en la rotación que a priori lleva su nombre escrito.
No me llevo a engaño, no es que el cuerpo técnico apueste de repente por la vía Abalde sino que se ha impuesto la coyuntura. El presupuesto ha bajado y la sección tiene muy poco margen de maniobra este verano. Por eso no se ha podido atar aún la ampliación de Tavares, pese a haber reducido tres fichas del roster, y demos gracias a que Campazzo ha puesto muchísimo de su parte para volver, aceptando un salario literalmente la mitad de su caché real en mercado.
En ese contexto de somera desinversión, en la tesitura entre Hanga y Abalde, la dirección optó por la opción barata, darle otra oportunidad al gallego, cupo nacional y salario más bajo. En igualdad de condiciones el entrenador hubiese preferido al húngaro, a su utilización el año pasado me remito, pero terminaba contrato y Abalde no, y el Madrid no es de rescindir jugadores y pagar indemnizaciones. Además, Chus Mateo todavía no pincha ni corta en la política de fichajes y, al fin y al cabo, al menos sobre el papel, Abalde está más que capacitado para cumplir el rol vacante de multiusos exterior de perfil defensivo.
El problema es que con Abalde en el Madrid todo sobre el papel pinta mejor de lo que luego luce en la realidad. Su fichaje hasta la fecha solo puede calificarse de inversión fallida, recordemos, 1.5 millones de euros por su cláusula, el transfer más alto que haya pagado nunca la sección. Conviene matizar que esto no es fútbol, que su salario no es particularmente alto y el precio de un jugador deberíamos calcularlo ponderando salario y transfer. Pero, vamos, ni por esas…
¿Cómo hemos llegado hasta aquí?

El fichaje de Abalde en su momento nos pareció una apuesta tan cara como segura, avalada por dos años de experiencia Euroliga en Valencia, es decir, cierto rodaje en la élite. Además, había destacado en cada etapa del baloncesto de formación y su combinación de físico y técnica era (y aún es) un lujo en Europa. Pero en vez de asentarse y seguir creciendo, se apocó al llegar a Madrid.
Hay quien naturalmente se crece ante la competencia y la adversidad, pero son los menos en la vida mundana, la mayoría necesitamos un empujón. Abalde aterrizó en Goya en un juego exterior innecesariamente sobrepoblado, que o le echas un poco de morro o te hundes en la irrelevancia, a la sombra de viejas glorias. Abalde no le ha echado ese morro, al contrario, progresivamente timorato en la toma de decisiones desde bote, ejecutando sistemas como un autómata. Demasiado respeto a las jerarquías previas y aversión al error. Sumémosle algunas lesiones inoportunas y el estancamiento de su tiro exterior, la herramienta que más se suele mejorar con la edad, y el resultado es la perfecta intrascendencia.
Leo sobre Abalde en Twitter opiniones lapidarias y peyorativas, dándole por caso perdido, «no vale ni para ña ACB». Su rendimiento ha sido discreto, vale, pero en esas opiniones veo también mucho de percepción y expectativas. El aficionado medio suele juzgar a los jugadores casi en exclusiva por su rendimiento ofensivo, lo que más se ve y computa en la estadística, precisamente el segmento donde más se nota el problema de confianza de Abalde, que sin embargo sigue siendo un defensor muy competente. El gallego es además víctima de las expectativas, las que levantaron la propia cláusula que se abonó por él y los típicos titulares de la prensa deportiva española con comparaciones grandilocuentes. «El nuevo XXXX», «el heredero de XXX», etc.
En vez de concentrarnos en la decepción de lo que nos dijeron que iba a ser y no está siendo, podemos adoptar un enfoque constructivo, dar otra oportunidad a Abalde a ver si todavía puede serle útil al Madrid. No como una estrella, eso lo hemos entendido, pero sí en un rol secundario que de todo hace falta en una plantilla tan larga. Para eso necesita desbloquearse, recuperar la confianza, Desde luego la del técnico, aunque sea un poco obligado por las circunstancias (la marcha de Hanga), y sobre todo la confianza en sí mismo, volver a creérselo.
“A este nivel todo el mundo tira bien, todo el mundo bota bien, es fuerte y rápido… la diferencia es mental”, son palabras del propio jugador en una entrevista a El Mundo en 2020, en la que explicaba la importancia que tuvo un psicólogo deportivo (J.M. Bernat) en su etapa en Valencia. “Trabajé a todos los niveles. La búsqueda de confianza, la concentración en los pequeños detalles, la gestión de los errores”.
Seguramente ese sea el camino, él lo sepa y esté trabajando en ello, aunque todavía no se vean los frutos. El problema de Abrines era otro pero también de coco, necesitó casi dos años de barbecho para resetearse pero hoy es una pieza muy útil en la rotación azulgrana. Un espejo en el que Abalde puede mirarse. Me niego a declarar como caso perdido a un jugador con solo 27 años y las condiciones del gallego. Además, que dada su condición de cupo nacional y la coyuntura financiera, la sección tiene poco que perder y mucho que ganar dándole esta nueva oportunidad.













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