Oviedo, septiembre de 2006. La selección española de baloncesto recibe el premio Príncipe de Asturias por (cito textual): «su ejemplo de superación ante las adversidades y de compromiso con el deporte, por transmitir al mundo, especialmente a los jóvenes, una renovada ilusión por el fomento y el cultivo del deporte». Ese equipo, con prácticamente los mismos jugadores, se dejó ayer perder con cierto descaro y premeditación un partido en unos JJOO, ante los ojos del mundo entero. La prensa amiga, la federación y los jugadores venden su honorabilidad para evitar una investigación de la FIBA, el precedente de la descalificación en badminton aún está caliente. Pero el populacho tampoco es gilipollas. En una encuesta en elmundo.es, un 85% vota que la selección no hizo lo suficiente por ganar.
Lo primero es asumir que esto es deporte y lo importante es ganar (en este caso, una plata mejor que un bronce), que no hay lugar a lecciones de ética y civismo. Especialmente porque un día puedes verte en una situación como la de ayer España y las palabras se vuelven en tu contra como un boomerang. Paradojas. Lebron o Cristano no se dejarían perder ni a las chapas, pero según la prensa oficial carecen de valores, los mismos que derrochaban los Gasol, Navarro, Reyes & Cía. Pero no son los jugadores los que impartían lecciones morales, sino los periodistas pelotas a su alrededor, esa estirpe de chupócteros y dorapíldoras que ha crecido al calor de su éxito (Jesús Sánchez-like). Son ellos, los que santificaron a hijos de vecino, los que por compromisos personales o línea editorial de su medio tienen hoy el papelón de vendernos una derrota honrosa.
Crónica de MarcaCom: «Fue un tropiezo, faltó contundencia, hay mucho que mejorar». El País: «Problema de consistencia, falló la línea exterior»… Bla, bla, bla. El último cuarto fue un sainete: 31-15. Las transiciones defensivas un despelote y en pista el equipo C (Sada y San Eme, etc). Si el plan era perder con disimulo, se patinó, fue una interpretación poco homologable. Conviene no olvidar el papelón de los burócratas de chapa, aquellos que corrían a la foto con la medalla: Lissavetzkys y PepeSáez de la vida. Sin ir más lejos, el presidente de la FEB tuvo ayer la feliz ocurrencia de publicar por la mañana una columna de opinión bajo el descriptivo título de «Valores y responsabilidad»…
En el plano estrictamente deportivo, el supuesto beneficio de la pantomima sería un camino de espinas hacia una medalla de mejor color. Francia y Rusia por una plata en vez de Argentina por un bronce, lo cual no es poco suponer. España necesitará su mejor versión (la que no ha mostrado todavía) para batir a ese par de huesos y plantarse en la final. Lo contrario sería un ridículo público notable.
Posdata. En otro alarde de discrección, Marcus Slaughter ha cambiado su descripción en el perfil de Twitter. Vedlo vosotros mismos… https://twitter.com/Slaughter44
