NBA – Pollos sin cabeza: del KFC a la NBA

Los pollos sin cabeza han dejado de ser exclusiva de KFC. Se extienden por las más selectas canchas de baloncesto del planeta. Al calor de una época en que un jugador vale lo que a la mañana siguiente dicen sus estadísticas en NBA.com, ha proliferado una peculiar estirpe de bases. Corren la cancha al contraataque como un seiscientos sin frenos, sin retrovisores ni airbag de serie. Lo importante es llegar el primero y saltar. Ya en el aires deciden entre lanzar a canasta un tiro de bajo porcentaje (eso sí, en pose acrobática que garantice, cuanto menos, puesto en las diez jugadas de la jornada) o pasar el balón, en caso de que algún visionario o precavido compañero le haya seguido en la expedición. Salvo honrosas excepciones de noches de gloria, ambas decisiones conducen a problemas. Sus notables números en puntos y asistencias, los ensucia una motita de polvo en el apartado de balones perdidos y % de tiros de campo en las que al día siguiente no se suele reparar.

Los errores del jefe
Véanse casos como: Mike James de Minnesota, Jameer Nelson de Orlando o Sebastián Telffair de Boston. A la cabeza, y nunca mejor dicho, de este singular club se sitúa T.J. Ford. El pasado verano, el ex de la universidad de Texas firmaba con Toronto Raptors un contrato de estrella. Un dudoso currículo, donde sólo brillan un par de temporadas de 7 asistencias por partido en un equipo de medio pelo, auspiciado por una de la mayores sequías de bases en la NBA en años, le valieron para arrancar a la franquicia canadiense un puro de 11 millones de dólares al año.
Los aficionados para los que la liga americana es el coeficiente de las estadísticas de los partidos con las 10 jugadas de la noche verán en T.J. Ford un base sobresaliente: promedios de 14 puntos y ocho asistencias, aliñados con alguna canasta circense y asistencia de sobaquillo.
Pero también hay seguidores que pasan noches en vela engullendo partidos de NBA, que prefieren ver a que se lo cuenten, con un libro de recetas en la mano que dice que el buen base es aquel que hace mejores a sus compañeros. Con ese criterio, sería interesante hacer una encuesta entre los jugadores de los Raptors preguntando (bajo estricto secreto de sumario) con quien se sienten más cómodos y más seguros (sí, cual anuncio de compresas), a quien prefieren en cancha, a Calderón o a Ford.
La respuesta la conoce hasta el propio entrenador, Sam Mitchell. Pero la asunción de sus consecuencias significaría airear públicamente el error del jefe, una bajada de pantalones de 11 millones de dólares anuales.

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