% de 3 en Euroliga:
> Mirotic 30%
> Randolph 50%
> Thompkins 51,4%
El dato, así en frío, resulta revelador, partiendo de la base de que Mirotic es teóricamente (y también en la práctica) uno de los mejores ala-pívots tiradores del continente y por extensión del planeta. Si Niko acertase la mitad de sus triples, como hacen los americanos del Madrid, el Barca llevaría 60 puntos más y seguramente alguna otra victoria. ¿Es acaso peor tirador que ellos? No necesariamente, para saberlo habría que compararlos en igualdad de condiciones, y dista de ser el caso, porque Randolph y Trey lanzan en mejores posiciones, y eso es mérito principalmente de Laso, ese del que Mirotic renegó en su día…
Pero echemos la vista atrás, porque hay mucho trabajo e historia detrás de esos porcentajes de los americanos del Madrid. Su carácter se parece como un huevo a una castaña, pero tienen en común que recalaron procedentes de Rusia, como primera opción ofensiva de equipos de clase media y rotación corta, lo que significaba unas cuantas situaciones de aclarado 1×1 por partido. Randolph, tirillas, se las jugaba más de cara desde bote, y Trey de espaldas al poste, aprovechando su corpulencia, pero aclarados al fin y al cabo.
Toñete, si os acordáis, maravilló a Europa metiendo al Lokomotiv en la F4, sacada de chorra mediante en el Palau en cuartos: «El cuatro total». Bien, pues aquel curso acreditó un raquítico 25% en triples. No es que tirase peor que ahora (que quizá un poco también), sino que lanzaba distinto, tras bote, en situaciones de juego sin demasiada ventaja. O sea, como Mirotic ahora.
Su periodo de adaptación no fue sencillo, con grandes altibajos de rendimiento. una adaptación que tuvo dos patas, seguramente la más sensible la de coco, uno de los mayores retos que ha afrontado Laso en el banquillo blanco: meter en vereda a un chaval con semejante carácter críptico y taciturno, hacerle asumir que ya no estaba en Krasnodar y que en Madrid, aunque sea Europa, no puede cascárselas ‘porque yo lo valgo’. En sus dos primeros años le vimos fumarse a menudo los sistemas y lanzarse chufas, torcer el morro a compañeros por no pasársela y enfilar el banquillo sin saludar al entrenador.

El ratio de puntos por tiro
La adaptación de coco corrió en paralelo a la de juego, no solo por ajustarse al estilo más coral propio de un grande de Europa, con una plantilla profunda, sino porque el baloncesto ha evolucionado en estos años hacia la primacía de la eficiencia estadística. Randolph ha tenido que limpiar progresivamente su juego ofensivo de los ‘vicios’ heredados, los tiros de menor producción, como las medias vueltas en suspensión o los tiros de 5-6 metros después de bote, muy años 90. Incluso las situaciones de 1×1 al poste que, por mucho que mida 211cms, tampoco son eficientes. Jugadas seguramente más bonitas para el aficionado, al menos para este que escribe, pero que no salían a cuenta: el ratio de puntos por tiro resultaba bajo.
La mejor versión de Randolph de blanco, la presente, coincide con una mayor disciplina táctica y una clara especialización en el tiro de tres. Ahora apenas se salta sistemas y raramente postea o lanza tras bote, sino que tira según recibe y a pies parados, abierto tras una circulación de balón previa, preferiblemente en la esquina o a 45º del tablero, raramente frontal. Habrá aficionados decepcionados, que verán en esta especialización una deriva hacia un juego monocorde, made in Rockets, pero al final, en el deporte profesional de élite, la discusión estética termina casi siempre sepultada bajo la lógica de los resultados. Y números en mano, esta versión de Randolph sale a cuenta.
Thompkins recorrió un camino similar: en Nizhny se jugaba el doble de tiros de 2 que de 3 y, según llegó, Laso le envió a las esquinas a tirar triples, para decepción inicial de algunos, entre los que me cuento. Parecía un desperdicio de talento, matar a un ruiseñor, pero era de nuevo una decisión táctica, de eficiencia estadística. Todavía recibe algún aclarado al poste en estático, en función de la diferencia física que medie con su par. Y es una delicia ‘old school’ verle en esa suerte del juego pero, números en mano, resulta poco rentable.
Por eso, su principal labor ofensiva es la misma que la de Randolph, que la de cualquier ala-pívot en el sistema Laso: lanzar de tres al final de una circulación de balón, ocupar espacios y abrir el campo, dejando el centro de la zona liberado para que el base y el pívot jueguen 2×2. Si el balón circula correctamente, les llegará en la esquina más o menos liberado y de ahí esos porcentajes tan altos. Muñeca al margen, claro.
Os cuento toda esta perorata para llegar a dos conclusiones:
> Si Garuba quiere alcanzar un rol relevante en los sistemas de Laso ha de mejorar impepinablemente el tiro exterior, machacarlo en verano. Es ya un soberbio defensor y reboteador, tiene buenas manos y mucha intuición en pista, pero le faltan centímetros para jugar de center, y como ala-pívot está lejos de unos porcentajes suficientes de tres en situaciones liberado. Es la faceta del juego que más se suele mejorar con la edad y él tiene el talento para ello, será cuestión de esfuerzo y paciencia.
> Mirotic, que se marchó renegando de Laso porque no le daba el protagonismo ofensivo que creía merecer, seguramente firmaría porcentajes estratosféricos en este Madrid. Se quejaba en su día de recibir pocos aclarados, ofendidito en su inmenso ego por tener que esperar en las esquinas mientras los Sergios dirigían el cotarro. Entonces le faltó la humildad, la paciencia y la generosidad para ver el bosque tras los árboles, asumir el rol que le correspondía en el sistema, el que sí han acabado entendiendo Randolph y Thompkins y cuyos frutos vemos ahora. En fin, una de las obras maestras de Laso.
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