Finales apretados que se escapan, una plaga de lesiones infinita y para acabar el castigo ayer en la carambola del triple empate. Todo lo que en la última jornada pudo salir mal, salió. Ganó Panathinaikos de 1 en la prórroga en Milán (tras llegar a ir hasta 14 abajo) y Olympiakos cayó también en la prórroga y también de 1 en El Pireo ante un Zalguiris que no se jugaba nada. Ejem. Se consumaba así la única combinación matemática posible que dejaba al Madrid quinto, una carambola que convirtió en mero trámite el encuentro en Goya, a no ser que los blancos especulasen para cruzarse en cuartos con Olympiakos. No fue el caso, y cierra el equipo la fase regular con un balance 19-11 (el mismo que el del tercer clasificado), dignísimo dadas las circunstancias.
Ante Bamberg, bueno, se dejó llevar el Madrid en la primera parte, pero vino a dar igual no están los alemanes como para asaltar el Palacio. Además que Ayón y sobre todo Randolph tenían ganas de jarana. Sin la sombra de Tavares (baja por un esguince) y Thompkins (que jugó muy limitado por problemas musculares), el dúo de teóricos titulares se dio un homenaje. Tras meses a trompicones, necesitan minutos, continuidad e importancia para parecerse a lo que dicen sus salarios.
Ayón sufrió para contener a Musli, como es costumbre con pares grandes y voluminosos, pero a cambio reboteó profusamente y le bailó con su velocidad sin balón y repertorio desde pivote (6/7tc, val 24). Aunque el nombre fue Randolph, uno de los más criticados desde esta tribuna en el último par de meses, que cuajó el mejor encuentro de la temporada (val 38). Es difícil echar cuentas con él, cuya foto aparece en el diccionario junto a la definición de ciclotímico, igual lo de esta noche queda en un festín pasajero que es el comienzo de un repunte de forma, bien necesario para lo que viene. Lo que hemos aprendido a estas alturas es que Randoph tiende a jugar mejor, incluso a compartir más el balón (4 asistencias ante Bamberg), cuando falta Thompkins o no amenaza su titularidad hegemónica, como hoy, al estar muy mermado por problemas musculares.
Aunque en esta encuesta en mi Twitter la gente se decante por PAO, particularmente hubiese preferido un cruce con Olympiakos. Primero, porque veo una marcha más a PAO en potencial de plantilla; la postrera incorporación de Mike James, aunque no sea santo de mi devoción, ofrece alternativas ofensivas, evitando esos momentos de colapso en ataque tan típicos de los equipos de Pascual. Segundo, y principal, porque la serie no es un examen atemporal sino una prueba que se enmarca en un contexto muy concreto, en un momento dado de la temporada. Y Olympiakos resulta que ha perdido cuatro de los últimos cinco partidos, mientras que PAO ha ganado los últimos cinco. Quedan 10 días para analizar el cruce, que arranca el 17, para el que en un papel u otro estará seguro Llull, que ya entrena a pleno ritmo con el equipo, y para el que la principal preocupación blanca es la rodilla de Campazzo, con la que se está siguiendo un «tratamiento conservador», que no sé a vosotros, pero a mí es una expresión que me suena regular.
PAO es un hueso, con factor campo aún más, el camino largo a Belgrado, negarlo sería de necios. Pero si el Madrid comparece con la plantilla al completo o casi, como parece, y a poco que Randolph y Ayón se asomen a su versión de hoy, tiene PAO más que temer que del Madrid que viceversa, por mucho que la carambola del triple empate le haya salido esta vez cara.
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