
-25 en Goya jugándonos las castañas. Otro baño de realidad, y van ya unos cuantos esta temporada, tanto que cada vez escuecen menos, que a todo se acaba acostumbrando uno. Incluso a lo malo, aunque cueste más.
Al Madrid no le alcanza contra los mejores de Europa porque sencillamente este año no es uno de ellos. Efes está a años luz y hubiese hecho falta un milagro para ganarle, y esos no ocurren a menudo. No hay más tela que la que arde. Seremos el Madrid, con todo el glorioso pasado reciente que queráis, pero estamos compitiendo con Lapro contra a Larkin, ¿qué esperáis que pase?
Queda el equipo con un pie fuera del top8, ‘el objetivo mínimo exigible’: ahora hay que ganar impepinablemente los dos partidos que restan, incluido Fenerbahce en Estambul, y además esperar alguna carambola de resultados ajenos. Matemáticamente aún hay esperanza, aunque ilusión ya va quedando poquita.
Querer y no poder

En verdad el Madrid se agarró al partido con gallardía en el primer tiempo, tirando de los recursos que le quedan para competir en inferioridad: el rebote y el barro, para eso ha quedado la cuarta plantilla más cara del continente. Con dos adolescentes de titulares, de hecho Garuba volvió a ser el mejor, como en Francia, derrochando intensidad, tremendo en las ayudas y la presión sobre bote. Esperábamos esta versión suya desde inicio de curso, pero mejor tarde que nunca.
El partido se torció en el tercer cuarto, cuando Micic tomó el mando de las operaciones, convirtiendo cada ataque turco en canasta, personal o ambas. A lo que contribuyó la ausencia de Tavares por un golpe en el costado. El base plavi disfrutó en la pista y dominó sin esfuerzo. Se llama talento y reclutarlo cuesta pasta, tino y ambición, de lo que andamos justitos en la sección últimamente, al menos de las dos últimas. Por cierto, si quieren redimirse no necesitan irse muy lejos, Micic es agente libre en verano…
El contraste con los ataques del Madrid resultó vergonzante en ese tramo: cero generación desde bote, con los bases dedicados a ordenar sistemas como autómatas, sin la menor chispa o clarividencia. Ni el Carroll-sistema funcionó esta vez, porque si no recibe con una mínima ventaja no se puede levantar, y si tiene que driblar lo llevamos claro.
A esas llegaron los que faltaban, los árbitros, y se terminaron de cargar el partido en los últimos 10 segundos del tercer cuarto. Empezó la fiesta con una técnica a Rudy “por tocar el balón tras canasta”, de esas que casi nunca se señalan pero en Goya los de naranja se sienten valientes de un tiempo a esta parte. Le siguió una falta de Larkin (por abrir las piernas) que cobraron a Thompkins. Laso explotó y terminó expulsado por doble técnica: seis tiros libres en 10 segundos, 12 puntos de diferencia, game over.
La frustración de Laso

Me preocupa un poco Laso, que termina contrato en junio, aún no ha renovado y se le ve más quemado que la pipa de un indio. “No te preocupes, que me voy. Estoy cansado, todo el año así”. Al margen de que tuviese razón en su reclamación, que la tenía, es raro ver a Laso estallar así. Debía saber que en ese reguero de tiros libres no solo se le escapaba el partido sino buena parte de las posibilidades de alcanzar el objetivo de la temporada (top8). Pareciera la protesta de mucha frustración acumulada.
Debe estar siendo un suplicio de temporada para él, tratando de arrancar la peor plantilla desde que entrena al Madrid y con ello salvar el culo de sus jefes que la montaron. Desde el club se filtró extraoficialmente a la prensa el 25 de febrero un acuerdo verbal para extender su contrato por otros dos años, pero no se ha firmado ni hay nada oficial, con lo que está a tiempo de echarse para atrás. Y no perdamos de perspectiva que Laso es, junto a Tavares, la piedra sobre la reconstruir, las dos únicas piezas verdaderamente imprescindibles en lo que queda de ‘proyecto’.