
A Dios gracias. Fin al culebrón Campazzo, quizá el más agotador de los últimos años en relación al Madrid de basket, aguantando meses de humo, filtraciones y rencillas, con giros de guión a cada cual más chusco. Se queda en la NBA, subido al último tren y para apenas jugar, pero se queda, que es lo que quería. Tras 104 días en el paro y las calabazas de 29 franquicias, que a toditas debieron llamar sus agentes dando la turra, firma en Dallas como último jugador del roster (nº15), por un año y el salario mínimo, que viene a ser como un 30% menos de lo que ofrecía el Madrid y menos de la mitad que la presunta oferta de Fenerbahce. Salvo lesión de un compañero de puesto, Facu va a chupar tanto banquillo como en Denver, sino más, y lo sabe. Pero le da igual, seguir es «su sueño», pues duro con ello. Que le vaya bonito, la sección espera el cheque por la letra anual de su cláusula, remítase a la av. de las Fuerzas Armadas, 402, Valdebebas.
Uno, como aficionado blanco, quiere lo mejor para el equipo, los mayores talentos posibles sobre el parquet, y Campazzo es uno de ellos. Pero los aficionados tenemos también algo de espíritu y orgullo propio, y a estas alturas de la película casi prefería que no viniera, lo escribí hace dos semanas. Todos entendemos que los jugadores ansíen probarse en la mejor liga y que si les funciona echen raíces, es ley de vida.
Pero no es el caso del Facu, cuya continuidad en la NBA responde más a la insistencia que a haber cuajado deportivamente. Han sido tres meses poco menos que mendigando de franquicia en franquicia hasta arañar un contrato lastimoso por acoso y derribo. Semejante enrocamiento deja la sensación de que la consigna, casi tanto como seguir en la NBA, era evitar volver a Madrid. Porque luego están las formas. Y no, ni la supuesta relación tirante con el director de la sección (JCS) ni que el Madrid juegue en la segunda divisiónl, Euroliga, justifica ciertos desplantes públicos más o menos sibilinos que ha sufrido el club de Facu y sobre todo de sus representantes este verano.
De aquellos polvos…
Sabéis que desde esta tribuna he sido muy crítico con Juan Carlos Sánchez respecto a la salida de Laso, pero en lo referido a la fuga en su día de Campazzo lo justo es cerrar filas. Hagamos memoria: verano-otoño 2020, Facu dice que se quiere ir a la NBA, pero que ni tiene el dinero de la cláusula, ni sabe cuándo se iría (por el decalaje de fechas de mercado USA-Europa) y que, de hecho, tampoco tiene total seguridad de irse. La configuración de plantilla del Madrid ese año quedó completamente condicionada al capricho e incertidumbre de Campazzo: el club no pudo fichar sustituto en verano (cuando aún había género en mercado) dada la ingente cantidad de masa salarial inmovilizada en el puesto de base que suponía Facu.
Así que JCS, como estrategia defensiva, remitió al jugador al pago íntegro y por adelantado de su cláusula, como estaba en su derecho. El Madrid como institución y el papel firmado por delante de los deseos cambiantes de cualquier empleado. Al final intervino Florentino, más acostumbrado a los caprichos de los futbolistas, y alcanzó con Facu un «pacto de caballeros» para desatascar la situación. Un pacto que, sinceramente y visto con cierta de perspectiva de tiempo, ha resultado más ventajoso para el argentino que para la sección.
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