La adaptación de los NBA, el factor X de la próxima Euroliga

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Hace 4-5 años China amenazaba a la Euroliga como segunda división del basket mundial, pero aquello se ha demostrado un cementerio de talento y aspiraciones de carrera, un cachondeo de donde nadie ha regresado mejor jugador de lo que se fue. Seguirá habiendo quien ponga rumbo a Oriente, todas las prioridade$ son respetables, pero nadie puede ya llevarse a engaño sobre lo que es aquello. En otras palabras, la Euroliga se mantiene como indiscutible segunda división del Basket mundial, y por ello destino preferente de los cortados en la NBA. Y resulta que este verano están llegando a Europa en cantidad y calidad como hacía tiempo. ¿Qué pueden aportar? Esa es la pregunta del millón, cuya respuesta puede marcar el destino de CSKA, Barca, Panathinaikos, Bayer, Maccabi o Baskonia.

El análisis de brocha gorda y titular clickbait suele estar condicionado por el complejo «Bienvenido, mr. Marshall» que queda en prensa y aficionados, la pleitesía a todo lo que venga de América y tenga que ver con basket. Confusión a la que contribuyen también los Twitter-‘expertos’ en basket USA, predicadores del «Phil Pressey lo va a petar en el Barca».

En todo caso, conviene trazar una línea: una cosa son los drafteados de segunda ronda que no se hacen hueco en la liga y se tienen que buscar el jornal allende el mar (hoy no nos referimos a esos), y otra los jugadores con varias temporadas de NBA a sus espaldas, algunas con cierto protagonismo desde el banquillo, que por X o por Y dan con sus huesos en Europa. Entre estos segundos, hay casos recientes de éxito, como Derrick Williams o Anthony Randolph, algunos batacazos sonados (Odom en Baskonia), y los que pasan sin pena ni gloria, que son mayoría, tipo Josh Childress (Olympiakos), Rasual Butler (Granca), Hakeem Warrick (PAO) o Sean Kilpatrick (PAO).

La (re)adaptación al basket FIBA

Caso distinto es el de los europeos regresados, cuya adaptación y el impacto en Euroliga tras años en un baloncesto tan diferente es una moneda al aire. Allí se juega más rápido, menos coral y hay montañas de minutos/partidos de la basura, donde forjan sus estadísticas el tipo de secundarios que en general acaban volviendo a Europa. Números, por tanto, que conviene coger con pinzas. El baloncesto USA, además, está evolucionando más deprisa que el europeo hacia perfiles ultraespecializados: el cuatro abierto, el center para intimidar y poner bloqueos, el exterior francotirador, el veterano majo para hacer vestuario o el generador desde bote, el único que no veremos en Europa porque es el más valioso.

Los europeos que han hecho las Américas, con la excepción de los catacracks tipo Pau o Doncic, han tenido que adaptarse a algunos de esos roles, con suerte dispar. Rudy se volvió frustrado con el papel de mero tirador que le asignaron en Portland y Denver. Koufos, en cambio, se adaptó al de troncomóvil reboteador y a Mirotic le sentó como un guante el de cuatro abierto, el mismo, por cierto, del que renegaba en Madrid y por el que acabó enfrentado con Laso. Su valor de mercado, esos 15 millones anuales que ofrecía Utah y Pesic airea a los cuatro vientos, es la ecuación de su talento y su encaje en un perfil táctico en boga. Miren a Ryan Anderson, mismo perfil, 80 millones por 4 años sin haber empatado con nadie. ¿Cuál es la relación entre el valor de mercado en USA y el potencial de impacto en Euroliga? ¿Cuánto y cómo ha evolucionado Niko su juego?

Por comparar, en su última temporada en el Madrid (2014), solo el 30% de sus tiros de campo fueron triples, mientras que este año, 2018-19, han supuesto el 65%. Su talento está fuera de duda, pero pagar el sueldo más alto de la historia de la Euroliga por un ala-pívot tirador es como desembolsar en fútbol 100 millones por un lateral izquierdo. El impacto de Mirotic dependerá de la medida en que haga más cosas que tirar, es decir, postear y poner el balón en el suelo, y en esas hace tiempo que apenas se prodiga, así que es una incógnita. Igual que Abrines, con todo por demostrar aún, que además sale de una depresión y solo ha jugado 15 minutos de baloncesto de competición en lo que va de 2019.