¿Hasta cuándo nos durará Musa?

Las fugas a la NBA de los últimos años han dejado un poso de pesimismo preventivo en la afición blanca, mejor no ilusionarse mucho si un jugador joven sale bueno. Se da por sentado que se lo llevarán allende el mar, y empiezo a escuchar ese murmullo con Dzanan Musa, sensación del equipo en el arranque de curso. Y mira, no, relajemos un poco el esfínter, cada caso tiene sus matices y encontramos ejemplos en ambos sentidos. El más cercano Yabusele, que llegó a Madrid con 25 años y contrato por una sola temporada, con vistas a regresar a EEUU, y ahí le tenéis, asentado en la capital y renovado hasta 2025.

Se me ocurren varios factores que condicionan la probabilidad de fuga de un jugador a la NBA.

1.- Cuando ya ha estado previamente en EEUU y se ha vuelto con el rabo entre las piernas se le pasa el gusanillo de probarse y de probarlo. Hay otros factores para volver, principalmente el económico (pregunten a Chacho), pero ya menos probables. Por suerte, la práctica totalidad de la columna vertebral del roster blanco está de vuelta de la NBA: Deck, Poirier, Tavares, Hezona, Yabusele y el propio Musa. Esto cuenta el bosnio de su tiempo allí: “No jugué en mi posición, mi rol era tipo 3&D, estar quieto en la esquina y defender, y ese no es mi juego. Tenía que adaptarme y no lo hice, no me gusta culpar a los demás de mis fracasos”. Parece tener claro que su juego requiere del balón en sus manos en ataque, un rol que las franquicias reservan a la estrella o dos estrellas de cada equipo, no a un europeo de segundas nupcias que ya pasó por la liga sin pena ni gloria. Un eventual regreso a la NBA sería picando piedra en un rol secundario de 3&D y salario acorde.

2.- Hay un factor cultural: el jugador europeo tiene por definición mucha menos presión social por jugar en la NBA que por ejemplo el argentino o de otro país random, puesto que en Europa hay competiciones locales y supranacionales de mayor nivel y presupuestos. No deja de ser la segunda división mundial y quedarse no se percibe como un fracaso.

3.- Hay también una cuestión de edad. Musa terminará esta temporada con 24 años: puede parecernos un pipiolo, y lo es, pero no necesariamente a ojos de las franquicias americanas. A esas no les gusta la sopita recalentá, no buscan jugadores FIBA más o menos consagrados sino prospects bien tiernitos, elegirlos en el draft en cuanto cumplen la edad mínima (19) y terminar de formarlos allí. Si hace falta, a caballo entre la NBA y la G-League (miren Garuba). ¿Cuántos jugadores europeos ‘consagrados’ en sus ventitantos conocéis que se hayan ido recientemente a la NBA? Este verano solo se me ocurre Fontecchio (26) a Utah, la excepción que confirma la regla.

4.- Incluyo un último punto un poco más subjetivo, relacionado con la trayectoria y el carácter. Los jugadores a la edad de Musa suelen tener la cabeza llena de pájaros, pero a él ya le ha tocado comer bastante mierda en su carrera (Brooklyn + Efes). Sabe lo que cuesta llegar arriba y lo valora, lo repite cada vez que tiene un micro delante. Por eso cuesta imaginarle subiéndose al primer tren NBA que pase por delante, en plan Campazzo. En la entrevista que le hizo Alex Madrid en Eurohoops se muestra humilde pero sin falsa modestia, confiado pero sin arrogancia. Maduro, vaya. Ah, y un detalle. El periodista le pidió varias fotos para ilustrar la entrevista, una de ellas la típica en el centro de la pista de entrenamiento, sobre el escudo del club. Musa solo aceptó si se ponía detrás, a costa de complicar el plano, pero en ningún caso pisar el escudo. Sea por respeto o por superstición, es el tipo de detalles que uno aprecia como aficionado, que aunque seamos de la «segunda división» tenemos también nuestro corazoncito.