Los tres caminos de Hugo González

Hugo Gonzalez ha bajado desde octubre del puesto 9 al 22 en las previsiones del draft 2025 de la ESPN. El analista Jonathan Givony, que elabora la lista, menciona un par de aspectos técnicos pero señala como causa principal del descenso la falta de minutos regulares, ninguna sorpresa por aquí. Y me temo que a mejor no va a ir, porque seguramente Hugo juegue poco en lo que queda de curso con el regreso de Deck, que le relega al rol de tercer alero de la rotación, por detrás de Abalde y del propio argentino.

Además, apenas quedan ya 3-4 partidos cómodos en la fase regular ACB como para que Chus Mateo rote y le conceda minutos significativos. En los playoffs de ACB y de Euroliga asumo que apenas jugará, si es que va convocado.

En este nuevo escenario, con menos minutos, bajando posiciones en los mock y sin un puesto garantizado en primera ronda del draft, veo tres caminos para Hugo la próxima temporada. Recordemos que termina contrato en el Madrid en junio y será agente libre.

Opción 1.- Se queda en el club: renueva su contrato con una cláusula bajita de salida a USA y la promesa de más minutos el próximo curso. Aunque tampoco veo claro el segundo punto, porque Abalde y Deck van a continuar y seguramente sigan por adelante en la rotación, salvo que Hugo eche la puerta abajo, muy difícil en un Madrid con solo 19-20 años. Lo que sí tengo claro es que si decide quedarse en Europa/España, sería de blanco, por apego a los colores y derecho de tanteo. Existe también la opción de renovar y salir cedido, pero me parece remota en el ecosistema actual del baloncesto de formación.

Opción 2.- Se presenta al draft, sale elegido en un puesto del 20 al 30 y hace las maletas en julio rumbo a la NBA. Ya sabéis que cualquier puesto en primera ronda (del 1 al 30) lleva aparejado contrato garantizado. Por ejemplo, si saliese en el puesto 22, donde le proyecta ahora la ESPN, se aseguraría dos años de contrato por unos 6M$ brutos entre ambos, que en todo caso es bastante más de lo que le vaya a ofrecer el Madrid. Si fuese elegido por una franquicia en reconstrucción, tipo Utah o Washington, podría disponer de minutos más o menos regulares. Si en cambio cayese en una franquicia de playoffs, lo más habitual al final de la primera ronda, seguramente alternase minutos NBA con semanas en el equipo asociado de la Gleague. Pero, bueno, esto ya es adelantarnos demasiado.

Opción 3.- Pospone presentarse al draft pero igualmente hace las Américas, no a la NBA sino a la liga universitaria, donde ahora pagan buenos sueldos, tendría muchos más minutos garantizados y por ende más lucimiento de cara a scouters. Seguiría el camino de su compañero de cantera, Egor Denim, este verano ya sin el factor limitante de la cláusula de salida del Madrid. Recordemos que Hugo tiene 19 años, la edad mínima para presentarse al draft, siendo 22 la máxima (a partir de los 22 los jugadores internacionales pasan a ser automáticamente elegibles, se presenten o no). La opción de un año de tránsito en la NCAA le permitiría presentarse al draft con más garantías, además, seguramente con algo menos de competencia, pues la hornada 2026 apuntan los expertos que será algo más floja.

Se que algunos aficionados se rasgan todavía las vestiduras de ver a un joven probar suerte en la NBA sin dominar antes en Europa. Pero es que el baloncesto ha cambiado, ya no estamos en los tiempos de Fernando Martín, la NBA recluta ahora ‘pipiolos’ para terminar de formarlos allí, cada vez más a menudo con escala previa en la NCAA. Es la nueva realidad del basket de formación, no tiene que gustarnos, simplemente hay que asumirla para entender el tablero.

El Madrid en baloncesto juega en segunda división y no se pueden poner diques al mar. Podemos debatir sobre el sentido de la inversión en cantera con el actual panorama pero, mientras dure ese panorama, la estrategia pragmática es aparcar el orgullo y finalizar la relación con los jugadores jóvenes en los términos más amistosos posibles para ser su opción preferente en caso de regresar temprano a Europa. Así fue con Deck, Garuba y Campazzo, cada caso con sus particularidades, pero los tres de regreso en Madrid e importantes hoy en la rotación de Mateo.

Los 5 momentazos que nos deja ‘The Last Dance’

JORDAN bate de beisbol puro Chicago Bulls Last dance

The Last Dance es lo mejor que nos ha pasado desde que empezó la pandemia, en las antípodas de los publirreportajes buenistas sobre deportistas de élite que surgen últimamente como setas en plataformas online. En ese sentido, más que la de Netflix se nota la mano de ESPN, responsable de ‘Once Brothers’ (Petrovic-Divac) y  de ‘Para lo bueno y para lo malo’ (Rodman), que os vuelvo a recomendar.

Tras unos primeros capítulos de aterrizaje, de dar contexto y presentar los personajes para los menos freaks, The Last Dance despega y engancha porque cuenta sin edulcorar. Los flashbacks son canela y el despliegue de entrevistados una portento. Para los que por edad nos aficionamos al basket en los noventa, la serie funciona también como máquina del tiempo. Por lo que dice y por lo que evoca: las pachangas hasta anochecer, los ahorros para las últimas Jordan y el VHS programado de madrugada. En fin, gracias ESPN.

Ahora que ha terminado, se me ocurre repasar los momentazos que nos deja. Estos son los míos, seguro que vosotros tenéis otros:

1) “Justo lo que necesitaba para motivarme”

Si algo deja meridianamente claro la serie es que Jordan es un chulo malhablado y un picado con la mecha corta. No son rasgos que uno enseñaría a su hijo, pero al 23 le sirvieron de motivación cuando ya lo había ganado todo. Su temporada consistía en una sucesión de cruzadas personales que, por supuesto, siempre ganaba, por eso es Michael Jordan. Por cierto, buenísima la parodia de Ibai.

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The Warriors (1979, Walter Hill)

Labraford Smith, Bryon Russell, George Karl… Por destacar una, me quedo con la de su excompañero BJ Armstrong. Playoffs del 98, los Hornets ganan el primero de la serie en Chicago con una canasta decisiva suya, que celebra con dedicatoria al banquillo local. “No pasa nada, veremos si nos vacilan mañana”, comenta Jordan en el vestuario, con un puro en la boca y un bate de béisbol en la mano. Más macarra imposible… Los Hornets no volvieron a ganar un partido en aquella serie: 4-1.

2) “Los republicanos también compran zapatillas”

1990, elecciones al Senado, la madre le pide a Jordan que aproveche su influencia y apoye públicamente al candidato afroamericano, Harvey Gantt. Fue que no. Quien esperase de Michael un nuevo Cassius Clay, activista comprometido o embajador de UNICEF, podía esperar sentado.

Top 5 Ways Michael Jordan Still Makes His Money? - Hoopsvibe

Sus prioridades se limitaban a ganar en la pista y a la pela fuera de ella, como casi todos si nos miramos al espejo, y posicionarse era malo para lo segundo. Jordan será muchas cosas, unas cuantas negativas, pero no es un hipócrita. The Last Dance es una hostia a mano abierta para aquellos empeñados en buscar referentes políticos y morales en las estrellas de la cultura y el deporte, como si su éxito profesional les revistiese de autoridad para repartir sermones. Lo de Jordan son los puros, el golf y las apuestas, ni lo disimula ni se avergüenza a de ello. Sencillamente no busca dar ejemplo, y a quien moleste que no mire.

3) Rito iniciático

¿Era Jordan un bully? Uno de manual. Amedrentaba a sus compañeros, se cebaba con los débiles, los intimidaba, retaba y humillaba sistemáticamente. En parte porque era un abusón, pero en parte también como prueba de acceso, una suerte de rito iniciático para testar y forjar el carácter de los nuevos. «Si iba a ir a la batalla contigo, necesitaba saber que no ibas a achantarte», explica Paxon en el capítulo 9.

The last dance. El golpe de Jordan a Steve Kerr en episodios 7 y 8 ...

Al regreso de Jordan del bésibol, los Bulls tenían muchas caras nuevas: Kerr, Buechler, Kukoc, Longley… «Éramos un equipo de mierda, había que alcanzar ciertos estándares para aspirar al título y no puedes andarte con chiquitas. Si no eres capaz de aguantar mi presión, menos lo serás de aguantar la de unos playoffs».

En un entreno cualquiera la pagó con Steve Kerr, le insultó, le vaciló y le ‘agredió’ hasta que éste respondió. Se armó una trifulca, volaron puñetazos y Phil Jackson expulsó a Jordan, que después del entrenamiento llamó a Kerr para disculparse (a su manera). Lo importante no fue la disculpa sino la aceptación que implicaba. Aquel día Steve pasó la prueba, devolver el golpe fue la muestra de carácter que Jordan buscaba par empezar a respetarle y aceptarle como uno de los suyos. No es un cuento de hadas, pero el deporte de élite no lo es.

4) «La hora del kamikaze»

Cuenta Jordan: “En los meses que Pippen fue baja, Dennis se comportó como un ciudadano modélico, pero cuando Scottie regresó dijo que necesitaba unas vacaciones en Las Vegas (¡en mitad de la temporada!). Le advertí a Phil: Si se lo permites no le volvemos a ver el pelo, se acabó“. Pese a lo duro que era Jordan con sus compañeros, cuando se refiere a los desmanes de Rodman su expresión es más bien de sorna (ver imagen). «Sabíamos cómo era». Es evidente que prefería a un loco que a un blando.

Rodman, por supuesto, no cumplió su palabra y no apareció pasadas 48 horas, así que Jordan fue a LV a sacarle literalmente de la cama. “Llamaron a la puerta y… ¡era Michael Jordan! Me escondí tras el sofá y me tapé con el edredón, no quería que me viese así. Ser novia de Dennis era un trabajo de riesgo”, recuerda Carmen Electra, en un vestido de rejilla.

“Rodman finalmente se reincorporó al equipo, pero así fue como funcionamos durante todo aquel año”, dice Phil Jackson con una sonrisa. La siguiente imagen es de Rodman entrando al pabellón a entrenar en chupa de cuero sobre pijama de cuadros y chanclas. El Gusano, genio y figura.

5) En el nombre del padre

Octavo capítulo, la final contra Seattle, Jordan en puertas del cuarto anillo coincidiendo con el Día del Padre. En la escena previa distintas voces explican lo que significaría para él volver a ganar en un día así. De fondo la música de José González, su versión acústica del Teardrop de Massive Attack. Mucha clase. Termina el partido, termina la canción, se hace el silencio y aparece el 23 tirado en el suelo del vestuario, abrazado al balón, solo se escucha su llanto. Pelos como escarpias.